Día 27: Medio Tiempo

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«Y»

Como era de esperarse, G no fue a clases por el resto de la semana y no había que ser un genio para saber el porqué.

Era el cotilleo de la escuela, una muestra de lo que le esperaba a quienes se atrevieran meterse con la carnicera y su séquito, incluido ahora la despreciable y podrida rata que tenía por novio.

Durante dos días, G no contestó ninguna de nuestras llamadas, ni siquiera las mías. Era como si la tierra se la hubiera tragado.

Mientras caminamos (los chicos, Sarah, Lottie y yo) notamos la ausencia de nuestra pecosa y su interminable cháchara.

En eso vemos a dos personas que saltan a la visa. Definitivamente no son estudiantes.

Son los padres de G. Lo sé porque veo a Thomas y supongo que la castaña mujer a su lado es la madre de Gigi.

Es la primera vez que la veo en persona.

Lo primero que reconozco es que es muy guapa. Sus ojos, más claros que los de Gigi, están delineados como lo llevan ahora las mujeres, resaltándolos. Su cabello, impecable y liso es ligeramente más claro que el de su hija.

Aunque le había dicho a G que no se parecía en nada a su madre, tenía que reconocer mi error. Pues, mientras más atención presto, más veo el parecido. Ambas comparten la mayoría de los rasgos: boca, orejas, ceja, mejillas hasta tenían las mismas pecas.

Caminaba de la mano de su esposo y pese a su corta altura, a comparación con la de Thomas, su mirada rebosaba de seguridad.

Thomas, por otro lado, tiene una expresión que me hace tragar en seco. Su calmado rostro difiere con todos los sentimientos que transmiten su mirada: enfado, frustración, deseo de justicia y, lo más importante, ansias por una explicación a todo esto.

Bueno, quizás esos no son sus sentimientos pero son los que interpreto al ver sus ojos, verdes como algas.

La pareja pasa a través de la muchedumbre sin importarles las miradas o los murmullos. Ni siquiera cuando caminan frente a nosotros, quienes acabamos de reunirnos para almorzar; pero, al verlos, acordamos en seguirlos. Lastimosamente, una vez que ingresan en la oficina del Sr. Gallagher, tenemos que claudicar el seguimiento ya que de nada nos servía aguardar afuera de la oficina, así que decidimos resignarnos e ir a almorzar.

— ¿G le ha respondido a alguno de ustedes? — pregunta Sarah, cuando nos alejamos de allí, al concluir que no pasaría nada.

—No.

—Nada.

Contestan Max y Lottie.

—Me siento tan rechazado, cada vez que la llamo va directo al buzón de voz — dice Todd frustrado.

Suelto un suspiro.

—Tampoco — respondo sin ganas.

En realidad, ayer, finalmente pude hacer que G coja su teléfono pero decidimos mantenerlo en secreto hasta que ella esté mentalmente preparada para enfrentar a Tara. Tampoco les digo que iré a su casa hoy.


—*—

Después del almuerzo, las horas en la escuela pasan muy rápido y para cuando lo noto estoy sentado dentro del auto de mi hermano, aguardando por él como siempre.

Normalmente, lo esperaría afuera del auto pero ahora podía tener las llaves de este, sin poder manejarlo por supuesto. ¿La razón? Mi madre.

Verán, hace una semana Julian salió demasiado tarde de la escuela, tanto que había caído la noche y había empezado a llover hasta granizar. Y para cuando llegamos a casa nuestra madre se enfadó como nunca al verme todo empapado y estornudando, y le dio a Julian el regaño de su vida por eso.

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