Treinta y Dos

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Tres grandes camionetas derraparon en la entrada del pueblo, los hombres de Zayn salieron y comenzaron a bajar la poca gente, ayudándoles con cariño. Adam sostenía en sus brazos un pequeño niño, lo cubrió con su chaqueta, protegiéndolo del frío y se acercó al alfa.

—Gracias— le agradeció a través de la mirada verdosa, no era hombre de muchas palabras.

Zayn le asintió palmeando el hombro.

—Todo por la paz— les respondió y se alejó. Zayn se dirigió hacia un par de hombres. —Lleven a la gente al pueblo, que la manada los reciba si hay espacio en sus hogares, y llamen al medico— los alfa acataron su orden, yéndose para dar anunció a los demás.

Zayn camino unos metros detrás de Adam, viendo el rostro inocente del pequeño descansar en el hombro del lobo. Dormía plácidamente, sin importarle el frío, debió ser una noche aturdida para el niño. Ahora necesitaba descansar.

Faltaban tres horas para que amaneciera, tendría muchos asuntos que tratar. Como empezar a construir pequeñas casas para los nuevos integrantes de su manada, que los cazadores fueran al bosque por más comida y protección de Jack.

Iba ser difícil, tenía personas de otro territorio y aun que la masacre fue horrible, espera, esto fuera una justificación para que el consejo no lo demandará por crimen.

El lobo soltó un suspiro al oler la fragancia en el aire al momento de entrar a la casa. No había pánico, ni tensión, el aire estaba bastante tranquilo y empalagoso, ambos hombres sabían que era por el nuevo nacimiento del bebé y los omega estarían encantados.

—Hay una habitación disponible del lado contrario de mi pasillo, podrías quedarte allí si gustas— Adam le agradeció y subió las escaleras por delante de él, aflojando un poco el agarre con el pequeño, estaban dentro de la calidez.

La figura del lobo se desapareció y Zayn pudo irse a su habitación, sonriendo del cansancio. El aroma de frutos rojos le invadió e hizo una mueca cuando el toque de canela le picó en la nariz. Había percatado que su omega liberaba más él canela cuando estaba angustiado o enfadado, eso solo le oprimía el corazón.

Su chico debía estar bien, llevaba su cachorro dentro y cuidarlo era su deber.

Un silencio le recibo cuando entro a la habitación, la luz del exterior era escasa, pero iluminaba lo suficiente para que el lobo mirara el pequeño bulto bajó las sábanas.

Liam dormía y ligeros suspiros salían de los labios, el cabello casi rizado se esparcía por toda la almohada. Zayn subió una rodilla y se inclinó para besarle la frente, llevando una mano al vientre del castaño con la intención de acariciarle, más fue su sorpresa cuando encontró la mano de Liam.

Apretó los dedos sin lastimarle, conteniendo el aullido de felicidad. Aun no se hacia la idea en tener un bebé, un bebé con su compañero. Esperar por Liam había valido la pena, ese cachorro malcriado por los alfas de la manada había robado su corazón, tan solo basto ese beso inocente y aquel exquisito aroma del niño le hizo saber que era suyo.

No negaba que se sentía un poco mal por querer de otra manera al pequeño, se escuchaba enfermo, pero así era el destino. Liam era su pareja e iba esperarlo hasta que tuviera edad suficiente para reclamarlo como suyo.

Y ese día finalmente había llegado.

—¿Zayn?—El alfa miro a su omega y sonrió al ver su perezosa mirada. El chico, parpadeando levemente, sonrió y tiro sus brazos al cuello del alfa, abrazándolo fuertemente.—Has vuelto.—El omega dijo y un suspiro de alivio escapó de sus labios.

El alfa sonrió, y se posicionó encima del omega, evitando que su peso fuera a aplastarlo. Un gruñido de gusto escapó de sus labios cuando el omega froto su rostro en el hueco de su cuello, impregnando su aroma en él.

Zona de guerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora