Dieciocho

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De vez en cuando Zayn miraba al pequeño castaño, viendo como éste mantenía la cabeza baja y comía en silencio. Sabia que en su cabecita rondaba lo sucedido en la madruga y aun le dolía el pecho al recordar a su omega desplomado en el suelo. Llorando en sus brazos.

Liam no había dicho palabra alguna desde que lo vio salir del baño de la habitación, ni buenos días al bajar al comedor y sus miradas no se habían conectado ni de casualidad. El dulce aroma del omega era suave, no podía distinguirse ante los demás presentes en la mesa.

Zayn, no estaba mejor. No había comido, solo jugueteaba con la comida y bebía pequeños tragos del café caliente.

Toda la manada parecían nula a la situación, aunque​ las miradas algo discretas no faltaban. Más nadie quería preguntar. Era cosa de pareja.

Liam soltó un suspiro y se levantó de su asiento, dijo un gracias y salió del lugar. Sus ánimos no estaban de lo mejor, solo deseaba subir y encerrarse en su habitación, tal vez para nunca salir de allí.

El alfa tensó la mandíbula y se levantó, no dijo nada, solo dio un asentimiento con su cabeza y fue tras el chico. No estaba molesto, pero tampoco relajado, la impotencia de no poder ayudar al menor le dolía en fuego. Tenía que cuidar a su omega, no dejar que se ahogara en tristeza por la culpa del pasado.

Las botas oscuras que usaba sonaban en todo la planta superior. Aspiro la fragancia del castaño a unos metros de él, sabiendo que era el único en el pasillo. Se acercó a la puerta y la golpeó un par de veces, escuchando los quejidos del otro lado.

—Ábreme la puerta—forcejeo la perilla sin tener éxito, tenía seguro desde adentro.

—Vete Zayn, quiero estar sólo—muy apenas la débil voz de Liam logro traspasar la puerta.

El lobo gruñó, no podía dejar al omega así, encerrando en una cueva que lo único que hacia era bajar el autoestima del castaño. Se estaba hundiendo cada vez más y el alfa temía no poder rescatarlo.

Colocó las manos en sus caderas y hecho su cabeza hacia atrás para tomar una bocanada de aire, relajó los hombros y parpadeo un poco. Volvió acercarse a la puerta.

—No voy a dejarte así, abre bebé, no te haré daño—le dijo con la suavidad mezclada, acaricio la puerta como si el menor fuera al que tocara.

No obtuvo respuesta, ni sonido alguno, dejo que Liam se tranquilizara un poco y esperaría hasta que estuviera listo. Le haría comprender la vida y que él ahora estaba para protegerlo.

Frotando su rostro con frustración pura, se alejó de la puerta. Solo por esta vez le daría espacio al chico, para que se calmara y le abriera la puerta.

Tal vez un par de horas, le ayudarían. Dándose media vuelta, se alejó por el pasillo, bajo las escaleras y ante la mirada de todos los miembros de la manada se dirigió a su oficina.

Una vez ahí, cerró la puerta y coloco el seguro. Se dejó caer en su elegante silla y mirando a la ventana se puso a pensar.

El también necesitaba tiempo solo.

[...]

El sol estaba poniéndose tras los frondosos árboles del bosque, Zayn los miraba con atención, era el fenómeno natural más hermoso para el lobo, cada día era un placer para el ver los últimos atisbos de días colarse por las hojas y ramas.

Con un suspiro se levantó de la silla y se dirigió fuera de su oficina. Se había saltado el almuerzo para pensar en cómo ayudar a Liam. Se le ocurrieron miles de ideas, desde llevarlo un psicólogo, hasta mandarlo a clases para que se distrajera. Ninguna lo lograba convencer del todo.

Zona de guerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora