Siete

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Maratón

Cuatro días después.

Liam iba caminando tranquilamente por las calles, su mirada estaba pegada al suelo y con uno de sus pies pateaba una pequeña piedrita que había aparecido en su camino.

Las clases del omega habían terminado hace ya media hora y él recién se dirigía a casa, ya que el Omega se había quedado esperando al alfa que se supone cuida de el mientras está fuera de casa, suponía que como cada día el vendría a buscarlo a clases para llevarlo, pero el chico nunca apareció.

Aburrido de esperar, Liam decidió irse caminando, si bien era un largo camino, lo necesitaba y agradecía. El Omega necesitaba pensar.

Hace cuatro días que había ocurrido el incidente entre manadas en el patio de su casa; hace cuatros días que se había enterado que era el omega de Zayn; hace cuatro días que había peleado con Zayn y lo había ignorado.

Cuatro días en el que su estado de ánimo había caído a un pozo sin fondo del cual sentía que no saldría nunca.

—¿Por que todo tiene que ser tan difícil?—Liam susurro para si mismo, mientras metía sus manos en los bolsillos delanteros de sus jeans.

Era la única pregunta que se repetía constantemente en la cabeza de Liam.

Sentía su corazón doler cada vez que veía a Zayn salir y entrar de la casa, cuando le daba pequeñas miradas de reojo mientras cenaban. El castaño solo quería que todo se arreglará, anhelaba los brazos de Zayn envolviendo su cuerpo cuando tenía pesadillas, sus besos en la frente mientras le aseguraba que todo estaría bien, porque sabía que no eran simples palabras, Liam sabía que cuando Zayn le decía aquella frase, todo estaría bien, porque el Alfa siempre se aseguraría de cuidarlo.

O al menos así lo hacía.

El Omega de Liam lloriqueaba y rasguñaba su interior, rogándole que se acercara al alfa, que lo abrazará y no lo soltara. Y el chico no podía culpar a su lobo, porque él también lo necesitaba.

Necesitaba a Zayn, tanto que dolía.

Sintiendo sus ojos picar por las lágrimas, froto su rostro. Estaba cansado y no un cansancio que se fuera con unas cuantas horas de sueño, sino un cansancio que no lo abandonaba en ningún momento.

Levantando la vista, se dirigió a un callejón, necesitaba detener su andar por un momento, respirar y calmarse.

Se deslizó por el muro de ladrillos, sin importarle nada, sus lágrimas comenzaron a correr libremente por su rostro.

—Ya no quiero más, por favor.—Liam gimoteó con dolor.—Solo quiero estar tranquilo, no quiero más dolor. No me gusta.—Susurro dolido y con un hilo de voz, antes de empezar a sollozar silenciosamente en un intento de librar el dolor acumulado en su interior.

El Omega sintió como el mundo desaparecía a su alrededor, solo estaban el y sus mejores compañeras, las lágrimas.

—Pero miren quien está aquí.—Liam se sobresaltó al escuchar una voz masculina. Su cuerpo se tenso y mantuvo la mirada baja.

—¿Por que tan triste pequeño Omega?—Liam sintió un escalofrío recorrer su columna ante la dominante voz del alfa.

—Chicos, chicos. Tenemos ordenes que seguir.—Liam levantó de golpe su rostro, asustado ante las palabras del hombre.

Zona de guerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora