Capítulo 28: Atrapados

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El problema de quedarnos encerrados durante una larga ventisca es que acabamos deseando matarnos entre nosotros. Yo por ejemplo estoy harta de los comentarios sexistas de Cop. Cuando comenta mi trasero, tengo que clavarme las uñas en los puños para no tirarle la botella a la cara.

—No pienso volver a traerte tu botella de whiskey si vuelves a abrir tu sucia boca.

Cop se ríe. ¿Es que no va a parar de beber en algún momento? Lleva trece botellas desde que llegamos y temo el momento en que se acaben. Dejo la botella de un golpe seco encima de la mesa de juego. Me voy sin decir perdón y me escapo al salón de abajo. El hostal está desierto y nada ni nadie puede entrar con esta ventisca.

Me acomodo en el sofá de la esquina y me tapo con dos mantas, pero aún así no puedo dejar de temblar. Cojo el libro que encontré abandonado en una habitación y me evado del frío leyendo. Leer es la única forma que tengo de que los días pasen.

Me sienta mejor estar sola que acompañada. Verónica es más cruel cada día, con comentarios que escuecen más que el alcohol que me echa en las cicatrices. Al menos con ella no me siento incomoda, no como con Minnie. Mientras que los chicos tienen su propio grupito de apuestas y cartas, siempre jugando al mus; Verónica y Minnie siempre están juntas hablando y yo... condenada al exilio de la solitud. Lo que me gustaría es que la chica se despertase y ella fuese mi amiga, y no un libro que ni siquiera me gusta. 

Diego se deja caer en el sofá, a mi lado y yo levanto la mirada del libro. 

—¿Qué lees? —pregunta, al igual que Cop, tiene una barba de tres días. No le queda mal.

—La Novia de Lammermoor de Walter Scott. ¿Y tú?

—Los hábitos negros de Paul Féval.

—No te pega el misterio.

—A ti tampoco los dramas.

Que Diego se siente a leer no es raro. De todos los demás, él parece ser el único que soporta estar unas horas paradas pegado a un libro.

—¿Por qué no estás arriba? —pregunto—. La partida parecía interesante.

—No cuando Cop es un mal perdedor borracho.

—¿Entonces que están haciendo sin un tercer jugador?

—La verdad, me da igual lo que estén haciendo.

No puedo evitar esbozar una sonrisa al escucharle. Minnie no me dijo que Diego era un ávido lector. Creía que los chicos guapos no leían porque se pasaban el tiempo contemplándose en el espejo a lo Narciso.

—¿Cuánto más crees que tendremos que quedarnos aquí?

—Espero que no mucho, pero quien sabe —dice, sus ojos recorriendo la pagina de su novela—. Hace frío, ¿no quieres subir arriba?

—Hace frío en todas partes. Al final solo queda acostumbrarse. Además, aquí hay menos jaleo y puedo leer. 

Diego asiente, pasando una nueva pagina y yo me arrebujo compartiendo su calor y disfrutando de su compañía silenciosa. 


No es hasta que pasa otra semana que podemos salir del hostal. La nieve está a cuatro metros de altura y nuestro coche ha desaparecido debajo de ella. Tenemos que asomarnos por la ventana del segundo porque el primer piso está enterrado por la nieve. 

—Perfecto —dice Cop tirando su última botella de Whiskey a la nieve—. Vamos a tener que seguir el camino a pie.

—¿A pie? —pregunta Hugo, palideciendo.

La Destrucción de Nuestras Almas: Amores Imposibles en el ApocalipsisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora