Levanto la vista de los tomates verdes cuando suena una alarma en la distancia. Ya no me produce terror. Los invernaderos subterráneos están cerca del ala norte y cada vez se escucha ese pitido intermitente más cerca. El descontrol es tan grande, con saqueos y homicidios sin sentido, que nadie se cuestiona qué estaba haciendo yo en mi ausencia. Solo Rana me pregunta y a ella le cuento la verdad, que estaba enferma.
Desde hace días la población masculina está siendo menguando a pasos agigantados. Desde niños de quince años a ancianos de sesenta. Sigo molesta que no se preocupen en reclutar mujeres, pero según Rana, alguien tiene que cuidar de la cosecha. Y de nuevo recuerdo a papá enseñando a Red "cosas de chicos." A él le enseñaba cómo arreglar un motor o como sobrevivir en una ventisca, mientras mamá insistía en enseñarme el ciclo de vida de las rosas. No dejo de pensar en ella mientras trabajo; los olores recordándome a ella.
Al levantar la cabeza y mirar hacia arriba, observo una grieta que antes no estaba ahí. Entonces las luces artificiales me dañan la vista y acabo vigilando las hileras e hilaras de aspecto interminable para comprobar si alguien me está mirando. Entonces, cuando mi nueva supervisora está distraída, me meto un nuevo tomate en el bolsillo de mi ancho uniforme. Desde hace días nos están racionando la comida y sé que en algún momento acabaremos comiendo mendrugos de pan mohoso.
Hace un par de horas, al volver de los invernaderos con Rana, oliendo a fertilizante y tierra mojada, Minnie estaba parada delante de mi habitación y lo único que pensé es que Diego estaba muerto y que lo último que le dije era que me repugnaba. ¿Por qué utilizar esa palabra?
Era la primera vez que la veía desde que me recuperé y al preguntarle dónde había estado, su respuesta fue tan vaga que ni me esforcé en presionarla más. Ella solo me contestó que estaba trabajando para los militares y que era aburrido y blah, blah, blah... En ese momento estaba tan resentida con ella por no habérmelo dicho que ni me esmeré en parecer feliz de verla con vida.
Hoy, al volver con los tomates aplastados entre mis bolsillos, Minnie está de nuevo delante de mi habitación dando vueltas. Entre sus manos juega con un papel arrugado.
—Han trasladado a Cop a la Base del noroeste. —Me quedo parada en medio del pasillo—. Lee la nota por ti misma.
Casi me la tira a los pies.
El arrugado papel está escrito con más faltas de ortografía que un elefante intentando aprender gramática; sus letras demasiado grandes, como si tuviera que rellenar el espacio entero con su letra apretada, sus erres parecen enes e ignora cualquier posible existencia de tildes y comas. Además, escribe como una adolescente chateando con su móvil.
Me an mandao al norreste prk no queda tiempo. La Base esta en ss ultimas. Teniis poco tiempo para huir, debeiis escapar antes de k tomen la base, os estare esperando aki. Ay pc tiempo. He dejado instruciones cn El Tempano. Aprobechad el caohs. Robad un coche y escapad por la noche cm esa vez. Tengo guardadas provisiones n un armario d m cuarto. La clave es 5679. Salid cuanto antes.
—Tenía prisa cuando lo escribió.
—¿El Tempano?
—Se refiere a Marcos —contesta Minnie al coger la nota de mis manos—. Iré a buscarle y nos iremos ahora. Vero y Marcos están en el hospital del ala norte encargándose de los heridos.
—¿Estás segura de esto? —pregunto. Huir como cobardes... prefiero guardarme ese pensamiento para mí misma.
—No hay otra opción.
—¿Y Diego... y Hugo?
—Se las arreglaran solos —contesta y por un momento su voz suena resentida. Entonces me sonríe y vuelve a parecer mi hermana—. Ve a la cocina y pilla lo que puedas, incluso si tienes que buscar comida. Volveré en poco.
ESTÁS LEYENDO
La Destrucción de Nuestras Almas: Amores Imposibles en el Apocalipsis
Roman d'amour¡ZOMBIS, TENSIÓN SEXUAL Y UN AMOR IMPOSIBLE! A Aurora no debería atraerle el novio de su hermana mayor, pero está en el apocalipsis zombi, no es que haya mucha opción más que confiar en él. Además, todo esto del fin del mundo no es una buena combina...