Diego sabe que la había jodido pero bien y por eso su primera reacción fue ir corriendo a buscar a Hugo. Pero al llegar a su habitación, y a pesar de esperarle sentado al lado de su puerta, su mejor amigo jamás apareció, por eso, ahora él está dando vueltas en el pasillo.
Al salir Aurora, con el pelo revuelto y un cepillo de dientes en la mano, Diego vuelve a sentirse culpable. Por eso la aborda sobresaltándola.
—¡Diego, me vas a dar un paro cardiaco!
Él piensa que eso es lo que exclama Minerva a menudo cuando hacen el amor. Pensar en eso le saca los colores y Aurora lo malinterpreta.
—Sobre lo de anoche...
—No hay nada que decir —dice desdeñándolo. Hace eso con la mano, a veces, como si no se diera cuenta. Ese gesto le vuelve loco—. Habíamos bebido y solo estábamos... bromeando. No creas que lo he malentendido.
Diego suspira aliviado contra la pared y para rellenar el silencio incómodo pregunta:
— ¿Cuál es entonces tu historia con William Wallace?
—Somos viejos amigos. ¿Por?
—Me hizo gracia.
—No lo pareció.
¿Por qué desde anoche no puede apartar la mirada de sus escote? Diego aparta los ojos fijándolos en cualquier cosa menos en ella. Ni en sus ojos soñolientos, ni en la marca de la almohada en su mejilla ni tampoco en sus pantalones bajos.
—¡Nos vemos a la hora del desayuno! —exclama sobresaltándola una segunda vez. Diego se golpea la frente al darse la vuelta. ¿Qué demonios...?
****
Me quedo observando a Diego desaparecer y balbucear sin llegar a comprender que mosca le ha picado. Está loco. ¿Ha estado toda la noche esperándome? Bostezo y el dolor de cabeza vuelve a martillearme el coco. No creo que vuelva a probar alcohol casero en una buena temporada.
Llego tarde al desayuno porque me he entretenido más de lo normal en quitarme todo ese maquillaje de la cara. Una vez que mi piel se vuelve tan imperfecta como siempre y mis ojos dejan de ser los de un panda, me pongo el uniforme. Al llegar a la mesa, casi han acabando todos de desayunar. Me sorprende el ambiente silencioso, así que al sentarme me quedo mirando al cuenco de cereales sin levantar la mirada.
Definitivamente todo ha ido de mal en peor. Marcos sigue sin aparecer, Milos no parlotea como de costumbre, Hugo tiene un moratón en plena cara y Verónica está mucho más desarreglada de lo normal. Ni siquiera el cuello alto de la camisa puede ocultar los muchos chupetones que decoran su delicada piel. Minnie no me ha dicho buenos días y yo tampoco hago el esfuerzo. No ha tocado ni los cereales. Incluso Diego parece estar debatiéndose un dilema moral.
Por poco me duermo encima de la mesa. Cuando Diego me tira un trocito de tostada a la cara, abro los ojos y justo otro proyectil impacta contra mi nariz. Distraído casi se mete la cuchara de leche en la nariz y entonces nos empezamos a reír.
—¿Qué os hace tanta gracia? —pregunta Verónica.
—Ese ojo morado —contesta Diego señalando a Hugo.
No puedo evitar reírme aún más fuerte.
****
—¡Hugo, mi buen amigo! —exclama Diego.
—Primero di que soy tu mejor amigo y ya hablaremos —le contesta esquivándole. Diego se queda de brazos cruzados mirando a su amigo.
—¿Verónica ha vuelto a pegarte? Por más que Cop pueda reírse de ello, yo creo que la violencia de género es para ambos sexos. La justicia debe ser igualitaria. ¿Quieres que vaya a pegarle?
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La Destrucción de Nuestras Almas: Amores Imposibles en el Apocalipsis
Romance¡ZOMBIS, TENSIÓN SEXUAL Y UN AMOR IMPOSIBLE! A Aurora no debería atraerle el novio de su hermana mayor, pero está en el apocalipsis zombi, no es que haya mucha opción más que confiar en él. Además, todo esto del fin del mundo no es una buena combina...