Capítulo 34: Desinfección

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Parte II: La Disolución 

Por mucho tiempo, ninguno de los dos decimos nada. 

—Podrías habernos matado.

—¡Pues no vuelvas a decir que te arrepientes de lo de la bañera!

 —¿Por qué iba a fingir que todo va bien? A las mil maravillas. Mis padres están muertos, mis amigos desaparecidos, hasta Pedro se convirtió en uno de esos monstruos. Todos sois amigos y yo estoy Dime, Diego, ¿por qué tengo que mentir? Mira a Jenny... estaba loca... ¿Y si no me convierto en ella? ¿Y si vuelvo a hacer algo como disparar a una persona? Y si...

Diego se desabrocha el cinturón y aparta el airbag hasta abrazarme, aunque parece más como si estuviera estrujándome en sus brazos. Tiene una quemadura en la barbilla y unas zonas enrojecida en las mejillas. 

—No dejaré que te ocurra nada de eso, Aurora. 

—Lo siento... —digo llorando. Creo que me está saliendo una ampolla en el cuello. 

 —Además, me ofendes, claro que soy tu amigo. ¿Con quién sino iba a jugar al ajedrez? 

—¿Al parchís? 

—También juguemos a ello. Aurora, podemos ser amigos. 


Nos hemos chocado con otro vehiculo, uno pequeño y mientras Diego se abriga a mirar el destrozo, yo sigo llorando contra el airbag inflado. Al volver, Diego insiste en no dejarme ver lo que hay en el interior del otro coche. 

El coche sigue funcionando a pesar de que tenga casi.Diego me despierta. Estamos en la Base. O tal vez no. Lo que hay enfrente es edificio abandonado rodeado por una valla medio caída.

—A este ritmo llegaremos mañana. 

Diego me despierta cuando hemos llegado. Observo inmóvil el desolador paisaje, una valla electrica y un puesto de comando. 

—¿Es esto? —pregunto escéptica.

—Tenemos que esperar aquí.

Esperamos en silencio y casi se me sale el corazón del pecho cuando tocan mi ventana con un rifle, o una escopeta, o fusil, lo cierto es que no tengo ni idea. Esto no es Estados Unidos.

Quien me ha asustado es un soldado, o un civil vestido de militar. Tiene el pelo cortado al cero y unos ojos muy oscuros. Me asustaría si no fuera por qué al ver a Diego se relaja y sonríe. Diego baja mi ventanilla y le saluda. Yo me siento incomoda estando tan cerca de la boca del arma.

—Tío, creía que nunca te volvería a ver —dice inclinándose más y el arma está más cerca de mi cara—. Estáis todos locos, iros de esa forma y luego volver con las manos vacías y contigo perdido. Creía que le iba a dar algo a tu chica.

—Es bueno verte, Leandro, ¿Cop no tiene guardia?

—Ni en broma que el General iba a dejarle salir. Cop todavía está bajo castigo. De todas formas, contigo no va a ser tan duro, ya sabes que le caes bien. Además, veo que traes compañía —dice y me mira, aunque creo que es a las tetas. Se aleja y ya no me está apuntando el arma—. El General se pondrá contento. Vamos, salid. El coche y vuestras cosas se quedarán aquí hasta que las revisemos y desinfectemos. El doctor Mendoza se alegrará de veros.

Al oí el nombre de Marcos salgo del coche. El soldado es más alto de lo que me esperaba, incluso más que Diego. Al menos parece estar feliz por rencontrarse con Diego. 

Nos guía a pie junto a otros dos soldados más,

—Por cierto, ¿qué le has hecho a ese pobre coche? 

La Destrucción de Nuestras Almas: Amores Imposibles en el ApocalipsisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora