El descampado donde el mini ha dado sus últimos suspiros es desolador. Hay una caravana abandonada a lo lejos y la basura se arremolina cada vez que sopla el viento. Minnie sigue apoyada contra el Jeep mientras observamos como Cop y Marcos trabajan en el coche. Se han arremangado las mangas y están sudando la gota gorda mientras intentan apretar una tuerca. El capó sigue echando un humo blanco espeso. No es una buena señal; no creo que una tuerca sea el problema.
—¿Te duele?
—Ahí viene la vigésimo tercera.
—Vigésimo... ¿Qué?
—Es la vigésimo tercera vez que me preguntas lo mismo, Minnie. Sí, estoy bien.
—¿Sientes nauseas, dolor de cabeza, fiebre...?
—Mi medico es Marcos, no tú, deberías preocuparte por los heridos más graves.
—Tú eres la herida.
—Hay personas que necesitan más tu ayuda. Por ejemplo tu novio —digo señalando a Diego—. Está alicaído desde el incidente de la montaña. Necesita tus mimos.
Minnie no sonríe. Mira a Diego, que está revisando el manual de instrucciones y parece no verlo. Han pasado tres días y no les he visto intercambiar ni una sola palabra. Me preocupa que se estén distanciando. Minnie no parece feliz y creo que lo que necesita es una charla sincera con Diego. Aunque, bueno, que voy a saber yo sobre noviazgos. No es como si tuviera experiencia. Minnie es la de los novios, yo la de los libros.
Minnie tiene el ojo morado y aún así está tan guapa como siempre. Yo en cambio estoy hecha una piltrafa. La mandíbula se me hincho hasta límites insospechados y sigue así, hinchada y negra. Parece que tenga la peste. El estomago también tiene ese color negruzco. Ya no me duele, y he dejado de vomitar con cada bache. Aunque siga apestando a ácido intestinal. Todos querían parar para que me recuperase, pero Cop insistió en seguir y yo no le contradije porque prefería potar hasta morirme que arriesgarnos a otros bandidos. Sonreí para asegurar a todos que estaba bien, pero no estaba bien, porque con cada movimiento del coche parecía como si quisiesen estrangularme con mi propio vomito. Yo solo quería alejarme todo lo posible allí.
—¿Cuándo se despertará? —pregunto.
— Marcos dice que debemos darle tiempo.
La chica sigue dormida. La han trasladado conmigo en el todoterreno. Recuperó la conciencia antes de ayer. Solo abrió los ojos y luego volvió a sumirse en un sueño profundo. No tiene ninguna herida visible y Marcos nos advirtió que no tuviésemos muchas esperanzas de que se despierte por completo. Los golpes en la cabeza pueden ser complicados y más si no quiere recuperarse. Tal vez la chica desconocida no quiera vivir en este mundo. No la juzgaría por ello.
—Vamos a investigar esa caravana de ahí —dice Verónica y se aleja con Hugo, un rifle y un martillo.
Se alejan y me pilla de improviso cuando Minnie dice asqueada:
—Van a liarse o a echar un polvo rápido.
—¿Qué?
—Por favor, Auro, si alguna vez ves a Verónica alejarse con un chico te aseguro que no será para investigar una caravana.
—Ella parece muy seria.
—Es que es muy seria, solo que le gustan más los chicos que la seriedad.
—Entonces, ¿Hugo y ella no están juntos?
Minnie se ríe con sorna.
—Jamás de los jamases. Ella es demasiado independiente. No le gusta estar atada a nadie y bueno, Hugo solo es el pasatiempo del viaje.
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La Destrucción de Nuestras Almas: Amores Imposibles en el Apocalipsis
Storie d'amore¡ZOMBIS, TENSIÓN SEXUAL Y UN AMOR IMPOSIBLE! A Aurora no debería atraerle el novio de su hermana mayor, pero está en el apocalipsis zombi, no es que haya mucha opción más que confiar en él. Además, todo esto del fin del mundo no es una buena combina...