Capítulo 45: El Torbellino

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Diego no se aleja de mi rostro y quiero preguntar por Minnie, en cambio un moco amarillo acaba por deslizarse de mis fosas nasales. Diego me pasa un pañuelo de su bolsillo. Es como si mi cerebro estuviera bajo el agua, sin poder respirar.

«¿Quiero a Diego?»

No me sorprende preguntármelo.

—¿Te encuentras mejor?

«Quiero que mis pulmones dejen de supurar sangre», digo en mi cabeza.

En cambio asiento. Diego sonríe y después suena la alarma. Un sonido que me acribilla el cerebro con cada pitido, la luz de la habitación atenuándose hasta que Diego es una sombra; él agarrándome la mano. Mis manos buscan el calor y seguridad que emiten.

—No te preocupes —dice contra mi frente. No quiero soltarle—. Tengo que buscar a Minerva.

—No me dejes sola —consigo susurrar, pero Diego niega con la cabeza y besa mi frente. Mis pobres dedos apenas le retienen junto a mí y sé que está esperando a que le deje ir para no sentirse culpable—. Si los zombis vienen, no quiero estar sola, no quiero morir sola.

—Basta, he dicho que no vas a morir sola —dice aspirando contra mi frente.

—Será como en el baño.

Diego se saca un cuchillo del bolsillo y lo reconozco como el cuchillo de la manzana.

—Volveré a por ti.

Mis dedos no muestran oposición, tan débil que están cuando Diego se levanta de la cama. Sobre mi regazo está el cuchillo. Antes de poder tocarlo, el sueño me invade; la fiebre atenuando el sonido de la alarma.

****

Diego camina a paso agigantado entre el pánico. De una puerta salen civiles apresurados; amontonándose en el pasillo. El protocolo dictamina que se encierren en sus habitaciones y esperen instrucciones desde los altavoces y en cambio, están callados, mientras el pánico se apodera de todos.

Alguien pregunta a pleno pulmón si han visto a sus hijos. Diego se gira para mirar al hombre, pero la muchedumbre se lo come entre personas empujando y gritando. Si solo hubiera salido antes de la habitación de Minerva, si solo no la hubiera besado por pena... Un beso casto y corto, tan inocente...

Estas últimas semanas han sido un torbellino de temor y confusión. Primero el susto con Hugo; la paliza de los militares y su encarcelamiento. Diego había echado de menos a su mejor amigo. Después con Aurora, cogiendo una varicela misteriosa; trayendo consigo historias de científicos locos y empeorando cada día con una neumonía varicelosa. La primera vez que Marcos le dijo el nombre de la complicación médica, Diego quiso rimarla: neumonía varicelosa asquerosa. No lo hizo en voz alta cuando leyó la gravedad de la situación en la seriedad de Marcos. Esa misma mañana casi le habían pillado robando penicilina del hospital. Y por fin, el tercer torbellino que colmó el vaso: Minerva pidiéndole un "descanso".

Solo porque le había dado uno de sus característicos arrebatos. El primero de su relación fue cuando Minerva decidió que debían tener una relación abierta. Hugo enseguida le avisó, ya que salía con Verónica en esa época. Ella le estaba probando. Si decidía seguirle el juego y buscar compañía en otras chicas, Minerva ya le clasificaría de poco fiable, y él sería otro de la lista. Diego se tragó todas esas veces que le provocara contándole con quien se había besado y con quien no. Como si se tratase de una prueba de esfuerzo, Diego consiguió pasar la prueba. Entonces se dio cuenta que a Minerva le gusta probar a las personas antes de clasificarlas.

El segundo arrebato fue mucho peor, porque estalló por culpa de su tutora de ingeniería. Empezó cuando dijo que pasaban demasiadas horas en su oficina hablando de tesis. En verdad, Diego estaba camelándola para conseguir unas practicas en Estados Unidos. En ese entonces, no supo que clase de prueba era esa.

La Destrucción de Nuestras Almas: Amores Imposibles en el ApocalipsisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora