Capítulo 54: Empujones y Caídas

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—¡No funcionará! —grito—. ¡Pueden sentir la energía de los vivos! ¡Voy a volver!

Pero Diego baja un escalón y yo tengo que apartarme para que no me pise una mano. Estoy a dos metros de sus cabezas y puedo ver las calvas, los golpes supurados y los mechones sueltos que se amontonan a sus hombros. Tienen gusanos royéndoles los sesos y me tapo la boca para no vomitar sobre sus cabezas.

Diego me acapara el paso.

—¡Tenemos que encontrarnos con los demás! ¡Tenemos que volver a la Base y robar un coche!

—¡No quiero ser un zombi!

—Será peor de día.

—¡Al menos podré verles!

La niebla es tan espesa que podría ser parte de mí.

—No hay tantos y con esta neblina podremos ocultarnos de ellos.

—Creo que no has captado lo de sentir la energía viva. No necesitan ver.

Su bota al bajar me pisa el dedo meñique.

—¡No voy a bajar!—grito, cierro los ojos y me abrazo a las escaleras—. ¡Quiero ir con Erich! Él me protegerá. Esto ha sido un error. Ha sido un tremendísimo error.

—Aurora, mírame.

Al mirar arriba, las gotas de lluvia me ciegan por un instante. Diego ha bajado por el otro lado de la escalera y está parado enfrente de mí.

—No tengas miedo —dice y me da un beso en la mejilla y no los labios—. Yo puedo protegerte.

Quiero replicar con todas mis ganas, pero cuando sus labios pasan por los míos, a penas una caricia, vuelven a asaltarme ese sentimiento abrumador que me lleva directa a la inopia. Estoy asintiendo sin tener ni idea de lo que sale de su boca.

—¿Ves? —Señala cada uno de los zombis—. Si nos movemos por el lateral derecho conseguiremos un pasillo libre de zombis y podremos coger las escaleras de emergencia que llevan a ese edificio. Después nos moveremos de edificio a edificio.

—Es una locura.

—Llegaremos al linde, donde hay menos zombis y robaremos un coche.

Por cabeza pasa cada detalle que podría salir mal. Podría no haber coches, podríamos haber demasiado zombis, podría...

—Quiero ir con Erich.

—¿Dejarte ir con él?

—¡Con él sobreviviré!

—¿Viste lo que hizo con Adrien? Ese hombre... es un maniaco, no dudará en destruirte si es necesario.

Antes de que vuelva a comprarme con un beso casto, estoy subiendo las escaleras.

—No vas a matarme —murmuro—, no me matarás.

No me da tiempo a gritar. Cuando mi pie se resbala, Diego me sujeta por el cuello de la camiseta y mis manos encuentran de nuevo la escalera.

—Tienes que confiar en mí.

—No puedo confiar en una persona que... tiene fiebre, que no piensa con su cabeza, que quiere comprarme con besos.

—Tengo todas las estadísticas en mi cabeza. Hay un por ciento de posi...

—¿Por ciento? ¿Posibilidades? ¿Crees que nuestra supervivencia es un por ciento? —Se me escapa una exclamación ofendida, después una risa nerviosa—. ¿Diego has escuchado sobre las variables? ¿Lo que podría ir mal? ¿O me estoy volviendo loca? Por que hay miles de zombis a nuestros pies esperando a que nos unamos a sus filas.

La Destrucción de Nuestras Almas: Amores Imposibles en el ApocalipsisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora