Capítulo 7.

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¿Alguna vez han tenido la sensación de que caminan por el pasillo de la escuela y todos te miran de forma extraña, otros ríen y otros se burlan de ti y es cuando descubres que has llegado a la escuela desnuda? Pues, nunca me pasó, pero supongo que tener esa sensación debe ser muy parecida a la que siento justo ahora. Tomando en cuenta que estoy desnuda.

Giro en menos de un segundo y cubro con mis manos mis partes íntimas. Esto no podría ser más incómodo. Al menos John se ha portado como un increíble caballero y ha cerrado los ojos. Intento coger nuevamente la toalla, pero, la única forma de obtenerla es abriendo la puerta. Miro una vez más a John antes de salir corriendo al baño y descubro una tierna media sonrisa en sus labios.

—¿De qué demonios te ríes?

—De ti —suelta como si nada, demasiado alto.

—Shhh —lo callo.

—¿Alguna vez has tenido frente a ti completamente desnuda a la chica con la que tratas de comportarte decentemente? —susurra y una risa nerviosa sale de mi interior.

—No me gustan las chicas, John. Así que no creo experimentar algo como eso.

—Supongo que el chico que intenta comportarse decentemente si te gusta.

—Tendrás que averiguar eso.

Me sé la respuesta, no pensaba decírsela. Me tardo un minuto exactamente en tomar cualquier cosa de mi armario y me visto al fin. Las voces de mis padres se escuchan como ecos. Están en su habitación y se ríen escandalosamente. Me pongo frente a John y lo observo. ¿Por qué me gustas tanto John Carter? Ni siquiera te conozco lo suficiente.

—Ya puedes abrir los ojos...

Lo hace, abre lentamente sus ojos y sonríe con ganas al mirarme. Tengo el cabello hecho una pena, no he tenido tanto tiempo como para peinarlo o convertirlo en una coleta o un moño mal hecho. Mis mejillas se encienden al recordar que probablemente me miró el trasero.

—¿Qué tanto piensas? —musita muy bajito.

—En cómo mirarte el resto del verano sabiendo que me has visto desnuda.

—Cerré los ojos a tiempo.

—¿En serio?

—Lo hice, aunque moría por abrirlos —confiesa y mi vientre se contrae nuevamente. Abro y cierro la boca un par de veces pensando en algo ingenioso que contestar y no se me ocurre nada.

—Hay que buscar la forma de que salgas de mi casa sin que mis padres te vean. No querrás tener problemas con papá.

—¿Es un papá celoso?

—No, pero ahora trabajas con él.

—Cierto, en ese caso, no queda más remedio que fingir que tengo quince y salir por tu ventana. Oye —dice mirando las paredes—. ¿Te han dicho que este color intenso da dolor de cabeza?

—Me lo digo a diario, probablemente mañana lo pinte, ya he comprado la pintura y todo.

—¿Emi, estás con alguien? —esa es mi madre. Supongo que no hemos hablado tan bajo como deberíamos.

—No, estoy mirando una serie en mi teléfono.

—¿Cenarás en casa? —John clava su mirada en mí, ansioso por escuchar mi respuesta.

—No, no cenaré en casa. Me han invitado a comer fuera —digo firmemente para zanjar la conversación—. Quita esa cara, John. No iré a comer con tu hermano —me apresuro a explicar.

John, la mayor de mis adicciones. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora