Una de las cosas que más odio es despertar con resaca, por ese motivo es que evito beber hasta perder la cabeza, y es que, aunque ayer no la haya perdido del todo, los acontecimientos lograron que el par de cervezas que me bebí hicieran más efecto del debido. Miro el techo de mi habitación con tanta atención que cualquiera pensaría que estoy descubriendo la cura del cáncer o he visto al primer unicornio real justo frente a mí.
Intento levantarme un par de veces, pero las paredes no quieren colaborar, se mueven como las chicas que te dan la bienvenida en algún hotel de Hawái, con el aro de flores y todo. Logro sentarme con dificultad y varios minutos después estoy de pie. Camino arrastrando mis pies hasta la cocina y parezco un zombi abriendo la nevera y sirviéndome un poco de agua helada directamente en mi boca, sí, ni siquiera he tenido la decencia de coger un vaso de la estantería. Mi cuerpo pide algo fresco y es justo lo que le doy.
Internamente me pregunto si estoy exagerando mi resaca porque no me quiero detener a pensar en los sucesos de ayer. Quizás es más fácil lidiar con un simple dolor de cabeza y la sequedad en mi garganta que con todas las incógnitas que había dejado expuestas John Carter y es que si nos ponemos serios, ¿quién no estaría ahora mismo creyéndose parte del FBI mientras intentas desesperadamente entender cada una de sus palabras? Tener ese ligero pensamiento hace que me duela más la cabeza, ¿lo ven? Fingir que estoy más afectada por la resaca es mejor idea.
Me dejo caer en una de las sillas del comedor y ahora no me fijo en el techo, mi atención la ha acaparado el lindo florero con girasoles frescos que hay en la mesa. Suspiro abatida, sí, esa es la palabra, estoy abatida, y para qué finjo por más tiempo..., tarde o temprano terminaré cuestionándome todo lo que pasó ayer. El hecho es que me siento como esa clase de adolescente que ha estado enamorada toda su vida del chico más popular de la escuela y de pronto un día las cosas cambian, el chico se entera de tu existencia y tienen un romance de unas cuantas horas en donde ya te imaginas siendo nombrada la reina y el rey de la escuela para el baile de graduación, pero, el encanto se pierde por la noche y al día siguiente vuelves a ser la misma invisible de siempre, porque el chico más popular de la escuela no quiere estar realmente contigo, ni por diversión, como lo ha puntualizado John.
La primera pregunta aparece en mi mente: ¿Por qué me importa tanto que haya dicho: ni siquiera por diversión? Yo no esperaba que hoy se apareciera en mi casa con un ramo de rosas pidiéndome que fuera su novia porque no es lo que busco. Digo, quién buscaría eso sí estaré en Greensboro ocho semanas. No tengo una respuesta y todo ese último discurso que me dio está rondando mi mente.
Por supuesto que deseo saber qué clase de pasado es con el que supuestamente ninguna chica quiere enredarse. Y aunque trato de enfocarme únicamente en John, Leonel se roba totalmente mi atención, el pecho se me contrae sólo de pensar en todas las hipótesis que se están formando ahora mismo en mi mente. Leo parece un chico tan dulce, inocente y agradable que, imaginarlo sufriendo abusos como mantenerlo encerrado toda su vida, hace que me duela el pecho, así de sencillo.
Ya sé que es ridículo sentirme así por personas con las que recién he establecido una amistad, y aunque no soy experta en la materia "amor", si lo soy en la materia "amistad". Puedes intentar ser amigo de alguien todo lo que tú quieras y no llegar a tener química nunca en tu vida con esa persona, y a veces, están esa clase de amistades que nacen en cinco minutos. Leonel había sentido la confianza de desahogarse conmigo hasta que recordó que, quizás sus hermanos le tienen prohibido hablar de su pasado. Puede ser que ese pequeño de ojos claros necesite una amiga, y yo no voy a dejarlo solo.
—¿Pensando en tu misteriosa salida con John Carter? —Papá susurra en mi oído y me asusto tanto que termino tirando el florero.
—Oh papá, vas a matarme de un buen susto.
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John, la mayor de mis adicciones.
RomanceJohn Carter y sus hermanos han llegado a Greensboro de forma misteriosa, nadie sabe de dónde vienen, si se quedarán por siempre o se marcharán pronto. Son solitarios, raros y todo indica que ocultan un secreto. Los Petterson son una familia pequeña...