Capítulo 33.

46.3K 3.8K 601
                                    

Unos brazos rodean mi cintura y me atraen hacia adelante, John y yo caemos en el suelo y tiemblo como si de gelatina se tratase, me mira un segundo antes de apartarse con cuidado y caminar de prisa al precipicio, se arrodilla sosteniéndose de la orilla. No puedo decir nada, ni siquiera gritar, Leonel me ha salvado, pero él ha caído al vacío por mi culpa.

—¡Leonel! —grita John con todas sus fuerzas, desgarrando su garganta, transmitiéndome su desesperación. Mis dientes castañean sin parar, no puede estar pasando esto.

—Jo... —intento llamarlo y simplemente no lo consigo. Lo único que quiero es tirarme también al vacío, yo no podré con esta culpa.

—Voy a bajar —dice John con firmeza—. Quizás logró sostenerse de algo, tiene que estar vivo, mi hermano tiene que estar vivo —repite sin dejar de ver al vacío.

Ni siquiera hemos escuchado el impacto de los cuerpos al tocar tierra, el acantilado es tan profundo que no hemos percibido ni el sonido de algún eco. John no puede bajar ahí.

—John —logro decir su nombre, aunque con voz temblorosa.

—Voy a bajar —repite otra vez y entonces logro ponerme de pie y tomarlo del brazo.

—No puedes, John, es muy profundo. Tenemos que ir al pueblo, tenemos que pedir ayuda.

Sus ojos perdidos me rompen, me hieren como una navaja trazando líneas en mi piel.

—Mi hermano no está muerto —declara—. ¡Está ahí abajo! ¡Vivo! Seguramente asustado, no puedo dejarlo ahí. ¡Estamos perdiendo tiempo! —me grita desesperado.

—John, ¡Dios mío! No puedes bajar, no puedes —le suplico.

—Todo esto es mi culpa. —Se lleva las manos a la cabeza y luego golpea el suelo con los puños una y otra vez y yo respiro con dificultad—. No está muerto, él no puede morir así, él merecía una vida, merecía más que esto, es Leonel —susurra y se rompe también. Su espalda sube y baja descontrolada, está hecho trizas, llorando desconsolado.

—Iré al pueblo, por favor, no bajes. John. —Tomo su rostro entre mis manos—. Vamos a sacarlo de ahí, ¿de acuerdo?

Salgo corriendo hacia el auto, con la esperanza de que John no decida bajar en mi ausencia, pongo el auto en marcha y retrocedo sin cuidado alguno, golpeo el auto de Sergio y me importa una mierda, sigo retrocediendo hasta que llego a la carretera y conduzco a toda velocidad, no paro de llorar todo el camino. Es la primera vez que siento el camino tan extenso. Honestamente no sé hacia donde ir primero, si a la policía, al hospital o a los bomberos. ¿Cómo demonios van a sacar el cuerpo de ese lugar? ¿Cómo siquiera podrán encontrarlo? ¡Es inmenso!

No puedo hacer mucho en mi estado nervioso, así que decido ir donde mi padre, a esta hora ya debe estar en casa. Aparco el auto y camino apresurada, casi tiro la puerta con mis propias manos hasta que me abren e importándome poco que mamá sufra otro ataque de pánico suelto todo porque tenemos el tiempo contado, mi cabeza me grita internamente que no se trata del tiempo, que Leonel está muerto y que yo soy la culpable, y mi corazón quiere guardar una esperanza, quizás aún respira, quizás si actuamos rápido podamos salvarlo.

—Necesito que nos ayuden...

—¡Dios mío! ¿Tú estás bien? —pregunta mi madre intentando controlarse.

—Yo no importo, Leonel cayó al vacío por mí, necesito al menos lograr que lo rescaten; que rescaten su cuerpo. John está allá, está volviéndose loco, papá —hablo descontrolada.

Mi padre me abraza y besa mi frente. No quiero abrazos de consuelo, quiero que encuentren a Leonel. Papá llama a uno de sus amigos que trabaja con el equipo de rescate en el pueblo, quienes nunca tienen mucho movimiento debido a los pocos accidentes que hay día con día en Greensboro. Temo que no cuenten con lo necesario para moverse rápidamente, también llamamos al hospital y tendremos que esperar cuarenta y cinco minutos para que un helicóptero llegue al pueblo. Me quiero dar contra las paredes. Por último, damos la información necesaria a la policía del condado y es cuando recuerdo a Isaac, no tengo ni la remota idea de donde se encuentre ahora mismo. La policía me asegura que lo buscaran.

John, la mayor de mis adicciones. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora