Capítulo 18.

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Abro los ojos justo cuando el sol empieza a salir, no siento el peso de John sobre mi cuerpo y giro con cuidado para no despertarlo. La habitación aún está un poco oscura a pesar de los primeros rayos de sol que ya entran por la ventana. Suspiro al encontrarme con su rostro, tiene la boca un poco entreabierta y parece dormir en paz, tranquilo. Paso ligeramente mis dedos por su barba incipiente, se mueve un poco, más no se despierta y puedo continuar observándolo, algunos mechones de su cabello le cubren la frente y con el mismo cuidado los ubico hacia un lado para que no le estorben.

De la nada, una opresión en mi pecho aparece. El miedo, el temor, la incertidumbre se unen en mi interior. ¿Qué pasará al final del verano? ¿En qué estado emocional me iré? ¿Podré irme? ¡Dios! Claro que sí, si no fuera por el trabajo, de todas formas, tengo una carrera que terminar, me tengo que marchar de Greensboro lo quiera o no. Justo recuerdo que no he respondido el correo electrónico de Nancy, la mujer que desea contratarme. Paso una mano por mi frente y cierro los ojos unos segundos más. Debo irme ya si no quiero ser descubierta por Leonel e Isaac una vez más.

Salgo de la cama con la lentitud necesaria para no despertar a John y pausadamente me visto con mi ropa. Cojo mi bolso que está en la mesita de noche y me quedo otro momento observando al hombre que descansa sobre la cama. No quiero marcharme como si fuera una intrusa en su vida. Entro al baño y cepillo mis dientes con el cepillo extra que él mismo ha puesto a mi disposición la noche anterior.

Me tumbo en la cama nuevamente y lo abrazo, estoy teniendo un ataque de pánico porque sé que, aunque hemos aceptado que estamos enamorándonos perdidamente y rompiendo aquella promesa que nos hicimos en mi lugar favorito, me gusta esta sensación de estar volando dentro de sus brazos, me gusta perderme en su mirada acaramelada y en todo esto que se arremolina en mi interior cada vez que lo tengo cerca; cada vez que simplemente lo pienso.

Arruga el rostro y sonríe aún sin abrir los ojos, sus manos no tardan mucho en atraparme y atraerme más a él. Su rostro se pierde en mi cuello y sus labios, besándome despacio, me hace jadear. Aunque ya estoy vestida cruzo mi pierna por su cadera y él prosigue los movimientos de sus labios con agilidad.

—¿Por qué estás vestida? —esa voz pastosa y ronca me produce cosquillas.

—Porque tengo que irme antes de que tus hermanos despierten —susurro.

—No quiero que te marches aún —musita y de forma hábil, quita el botón de mi pantalón, en un dos por tres tengo sus dedos curiosos entrando en mis bragas y desliza uno de sus dedos por la hendidura de mi sexo—. Húmeda, ¿te quieres ir así?

—John, cada vez que tus hermanos nos descubren me dan ganas de que la tierra me coma.

—No, no, no —dice bajito mientras se pierde en las cobijas y baja poco a poco mi pantalón, lo siento subir en medio de mis piernas cuando ya me tiene desnuda y ahogo un grito. Su lengua caliente sube y baja por mi sexo, apenas y saca su cabeza a través de las sábanas y me sonríe—. Nadie puede comerte, solo yo —agrega muy serio—. Ahora dime, ¿sigues queriéndote ir? —pregunta y me da un beso en el vientre.

—No —contesto más que afectada.

—Me alegro. —Vuelve a esconderse debajo de las sábanas. Me llevo ambas manos a la boca, odio ser tan ruidosa, odio que sus hermanos se enteren de nuestra intimidad y odio, de verdad, derretirme de esta forma por él. Es como si yo fuera un helado en medio de una carretera desolada, debajo de un sol inclemente.

—John, no crees que estamos teniendo, digo, más de lo normal... sexo.

—¿Tú crees? —No lo estoy viendo, pero puedo imaginar su linda sonrisa.

John, la mayor de mis adicciones. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora