Capítulo 9.

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Treinta y ocho minutos, exactamente es el tiempo en el que Clark no ha dejado de parlotear como si se tratara de un concurso y quiere agotar todas sus habilidades de palabras por minuto para ganar el millón de dólares, incluso he llorado de la risa cuando me ha parecido que ha confundido nuestro idioma con el chino o el ruso. Básicamente no puede creer que Emily Petterson vaya a tener una aventura de verano sin ningún tipo de compromiso, sin reglas, etiquetas, ni nada que se le parezca.

Sé que es difícil de creer si me la he pasado toda mi vida comprometiéndome con todo; me comprometo tanto con las cosas, las personas o las situaciones que olvido que debo disfrutar de cada cosa que hago, pienso, digo o me propongo. He pensado en ello durante todo el camino a casa de Clark.

Clark está en lo cierto, yo nunca he tenido una relación sin compromiso. Siempre he pensado que cuando las personas no se comprometen, nada puede terminar saliendo bien y hoy he decidido que voy a probar un poco de lo espontaneo, dejarme llevar por esas cosquillas que John le produce a mi estómago, ser una chica de veinte años, casi veintiuno, alocada y libre. Sí, eso es lo que pretendo ser a partir de hoy.

—Si entendí bien, quieres tener una aventura porque crees que teniéndola dejarás de ser controladora, demasiado comprometida y fría. No entiendo cómo una relación sin compromiso puede ayudarte en ese sentido. Tú quieres amor, Emily. Me lo has repetido cientos de veces.

—Creí que estarías feliz por mí.

—Cariño, estoy feliz de que te sueltes un poco, pero dijiste que John te hace sentir frágil, te recuerda que tienes emociones y que querías sacarle los ojos a la nueva recepcionista de tu padre por sonreírle a su compañero de trabajo. ¿Soy la única que se da cuenta de que ese hombre te ha afectado más de lo que te han afectado todos los chicos en tu vida en sólo días?

—¿Qué hay de malo en eso?

—Terminarás enamorada y vas a irte de aquí en cuanto el verano termine.

—No voy a enamorarme. Me gusta y yo le gusto a él, somos dos adultos que se gustan. Listo, ¿no era lo que querías que hiciera con Isaac cuando te dije que deseaba alocarme?

—Isaac parece más inocente que John...

—Y...

—De acuerdo, chica de oro. Vuélvete loca con tu chico misterioso y cuando sea tu último día en Greensboro, y vengas a casa llorando porque no quieres irte y dejar al amor de tu vida, aquí estaré y te diré: te lo dije. También te abrazaré y te haré una taza con chocolate caliente y miraremos la película más cursi del planeta.

—¿Has pensado en escribir novelas? Eres tan dramática, Clark —me burlo y le doy un beso en la frente antes de marcharme de su casa, prácticamente he pasado todo el día aquí.

Llego a casa con el tiempo suficiente para estar un rato con mamá, quien se queja de mis repentinas salidas. Lo cual es totalmente cierto, Clark, Michael y yo siempre salimos durante todo el verano, pero también, paso mucho tiempo con mis padres y desde mi llegada al pueblo he salido no sólo con mis amigos, también con los Carter y he olvidado que a mis padres los veo una vez al año.

Le digo a mi madre que no se ponga celosa y que mañana pasaremos todo el día juntas haciendo cosas de chicas. Le doy un largo abrazo y me ayuda a escoger mi atuendo, no debería hacerlo, no es una cita. Es una cena entre amigos o eso pretendo aclarar, no porque a John no le parezca que salga con su hermano, voy a hacerlo porque Isaac es un buen tipo y no quisiera darle una desagradable impresión o que piense que estoy jugando a: "conquista a uno de los hermanos Carter".

John, la mayor de mis adicciones. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora