Recupero la compostura ante la presencia de Leonel. Sé perfectamente que había escuchado nuestra pequeña conversación y siendo honesta, lo último que quiero es impartir clases. Deseo irme a mi casa, encerrarme en mi habitación y pensar en esta sacudida extraña que me está atacando. Tengo mis manos convertidas en puños por la impotencia. Me ha dolido lo que ha dicho, no es únicamente sexo; no lo es y estoy evitando darle fortaleza a esa idea errónea porque se suponía que esto era una aventura. ¿Qué puede salir bien si le damos paso a las emociones?
Sonrío disimulando lo afectada que estoy. Si lo pienso con cordura, John no ha dicho gran cosa, aun así, sus últimas palabras fueron rudas. Leonel regresa a la mesa y yo lo sigo. Me siento a su lado, no sé bien qué decir o cómo iniciar sin siquiera mencionar lo que acaba de pasar.
—John es un gruñón de primera... —comenta analizando mi reacción. No creo que nuestra pequeña discusión se deba a eso—, pero es bueno. No le hagas caso, lo que sucede es que hace mucho tiempo que una chica no lo ponía así.
—¿Así cómo?
—Ya sabes, todo ese comportamiento de enamorados.
—Leo, tu hermano y yo solo estamos saliendo.
—Me ha quedado claro que están saliendo —dice ocultando una sonrisa y me llevo las manos al rostro. ¡Qué vergüenza!
—Creo que es mejor empezar.
—No te avergüences. He pasado encerrado casi toda mi vida, pero sé identificar a dos tontos enamorados. Hasta hace muy poco, John ni siquiera desayunaba con nosotros, se la pasaba en su habitación pensando y pensando, no sonreía mucho y tampoco era muy agradable, digo, se preocupa una exageración por nosotros, pero lleva mucha carga encima y eso no lo deja ser feliz. En cambio, desde que cierta rubia apareció, sonríe todo el día, se levanta a hacernos el desayuno como si fuera su actividad favorita, pasa más tiempo con nosotros y la carga se ha aminorado un poco.
—¿Escuchaste lo que dijo antes de irse, cierto? No creo que esas palabras entren en tu descripción de un chico enamorado.
—Emi, te ha preguntado si sentías algo más cuando tenían... bueno... eso... y le has dicho que no lo sabes.
—¿Qué edad tienes? Pareces más maduro que yo.
—Me gusta leer y ver series, todo lleno de drama, me siento un experto en la materia.
—¿Hablas en serio?
Suelto una carcajada. También se ríe escandalosamente y de pronto, de un segundo a otro, la seriedad inunda su rostro. Algo ha cambiado.
—Lo sé, es raro. Ver y leer otros dramas me hacían olvidar ciertas cosas...
He intentado ignorar el hecho de que ha mencionado antes que ha pasado toda su vida encerrado, pero después de esa última oración no puedo seguir conteniendo esta necesidad de preguntar, investigar o al menos tener una idea más clara del pasado de los Carter. Recuerdo las palabras de Clark, tengo que respetar que no deseen compartir su antigua vida con alguien que apenas y conocen desde hace tres semanas. Simplemente no puedo, cuando John había confesado lo poco que ha confesado se miraba abatido, Leonel, por otro lado, se mira destruido. No puedo ignorarlo.
—Leo, ¿por qué te encerraban tus padres? —me atrevo a preguntar y la reacción es inmediata. Frunce los labios, presiona con fuerza sus manos y se pone pálido—. No tienes que contestar si no quieres. Solo me ha dado la impresión de que es así, en el lago dijiste que salir era nuevo para ti, nadar en un lago era nuevo para ti, en el restaurante dijiste que eran controladores y... —me detengo, estaba a nada de decir que sé que no están muertos; hacerlo es poner en evidencia a John y no creo que sea buena idea—. Olvídalo, soy una entrometida. Podemos empezar si quieres o puedo marcharme si lo prefieres y volver mañana, no pasa nada.
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John, la mayor de mis adicciones.
RomanceJohn Carter y sus hermanos han llegado a Greensboro de forma misteriosa, nadie sabe de dónde vienen, si se quedarán por siempre o se marcharán pronto. Son solitarios, raros y todo indica que ocultan un secreto. Los Petterson son una familia pequeña...