Capítulo 5.

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Miro la puerta de mi casa demasiado tiempo antes de tocar al fin. Quisiera decir que me he quedado todo ese tiempo mirando la puerta porque temo enfrentar a mis padres, pero, no es así. Me he quedado mirando la puerta porque sigo sonriendo como una idiota, sí, una loca y absurda adolescente. Sé que es difícil creer que a mi edad nunca me haya sentido así... tan desubicada. No importa que John ya no sea un desconocido, sólo he hablado con él en un par de ocasiones y no todas han sido especiales. Lo que ha dicho en la rueda de la fortuna, eso de que mi apariencia no me volvía tonta, lo convertía a él en un tonto. ¿Qué quiso decir?

Me dejo de tanta tontería acumulada y doy dos golpes poco audibles a la puerta. Ahí está el timbre y yo he preferido golpear la puerta. Mamá abre y se hace a un lado para que pueda entrar. Antes de que ninguno de los tres hable me digo mentalmente que, nada de lo que se diga hoy en casa de los Petterson me hará cambiar de opinión. Camino hasta la sala y me dejo caer en el mismo sillón que está papá.

—Lamento que se enteraran así.

—Entonces es cierto... —susurra mi madre.

—Mamá, papá, es una gran oportunidad. Trabajaría en la empresa más importante y más estable de toda la ciudad y prácticamente del país. ¿Saben cuántos matarían por ese trabajo? ¿Saben cuántas mujeres han desempeñado ese trabajo? Ninguna, soy la primera chica en toda la historia de S.T y Asociados en ser considerada. Tengo veinte años, soy una cría aún y ellos me ofrecen esta oportunidad. Saben que cuando me fui de aquí fue para llegar a la cima de mis sueños. Por favor no se enfaden.

—No estamos enfadados —responde papá—. En realidad, queremos saberlo todo, ¿cuándo pensabas decirnos? ¿Por qué una oportunidad tan grandiosa es una limitante para tu relación con Andrés?

—Primero, Andrés y yo terminamos porque se acostó con mi compañera de habitación. No quería decirlo porque no quiero que piensen que estoy mal o triste, no lo estoy.

—¿En serio estás bien? —pregunta mamá—. Soy una tonta. —Quiero decirle que lo es, pero es mi mamá, no podría decirle tal cosa.

—Lo estoy. La cuestión es que, el trabajo que me están ofreciendo requiere de muchos viajes porque S.T y Asociados tiene demasiadas sucursales dentro y fuera del país. No sé a dónde me enviarían porque no he aceptado, lo hablaría con ustedes en algún punto del verano y había pensado en que podrían mudarse de aquí a un lugar más céntrico dentro del país.

—Hija...

—Lo sé, sé que aquí está lo que tanto trabajo te ha costado construir y que tú, mamá, te morirías de tristeza si dejas el lugar en donde has pasado toda tu vida. No lo haré si ustedes no están de acuerdo. Son lo único que tengo y si esto no va a proporcionarnos felicidad a todos voy a rechazarlo.

Incluso yo misma me sorprendo de lo que he dicho. Se suponía que dijeran lo que dijeran yo no cambiaría de opinión, y aquí estoy, dándoles el poder de poner una barrera entre mis sueños y yo. Ni siquiera han dicho algo contundente para que yo diera ese discurso. No es necesario. Basta con verlos, saber que de la misma forma en la que ellos son lo único que tengo, yo soy lo único que tienen me ha hecho cambiar de opinión de un momento a otro.

—Nunca hemos querido detenerte, acéptalo. Podemos encontrar algo que no nos mantenga tanto tiempo separados de nuestra hija, podríamos ir a la ciudad siempre que tú estés ahí. Podríamos hacer que funcione, pero por favor, no te detengas, Emily... siempre te he dicho que lo sueños grandes necesitan de...

—Soñadores con valentía —termino la frase. Papá siempre me lo repetía.

—¿Qué dices tú, mamá?

John, la mayor de mis adicciones. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora