Capítulo 30.

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Mónica me mira asustada y yo trato de mantener la compostura. Miro la tarjeta en el suelo, luego los girasoles y finalmente a mi asistente.

—¿Viste a la persona que trajo las flores? ¿Era de la floristería o era otra persona? —Sé que no entiende bien mis preguntas, pero estoy desesperada por saber la respuesta.

—No lo sé, era un chico...

—¿Un chico? ¿Un jovencito? ¿Cómo era? —Debo controlarme.

—No era ningún jovencito, quizás tenga la edad de Shawn —suelta y abro los ojos como platos.

—¿Pasa algo señorita Petterson? —pregunta preocupada.

—No —empiezo a caminar fuera de mi oficina para llegar al elevador—, y por favor, llámame Emily, simplemente.

La mujer asiente contrariada y yo aprieto desesperada una y otra vez el jodido botón del ascensor. ¡Vamos! Las puertas tardan una eternidad. Brinco hacia dentro del aparato metálico y aprieto enloquecida el botón para que las puertas se cierren de una vez y empiece a descender. Los diez pisos se me hacen los más largos del universo. Me río cuando las puertas al fin se abren en la recepción y salgo corriendo, miro a todas las personas que entran y salen, a las que están sentadas esperando. ¡Mierda! Seguro que estoy haciendo el ridículo, me envían un ramo de girasoles y ya pienso que es él. ¿Qué pasó con eso de intentarlo con Shawn? Bien, solo ha pasado una hora y media después de esa decisión.

Paso frenéticamente mis manos por mi rostro y entonces me parece ver un perfil familiar saliendo de la empresa. Aún contra todo pronóstico hago la peor de las locuras.

—¡John! —grito desesperada. El corazón me martillea tan fuerte que es imposible ignorar la explosión en mis oídos. El hombre sigue caminando y aún en tacones camino apresurada detrás de él y de las casi ocho personas que van a su alrededor. Salgo a la calle y me doy cuenta de que el hombre que he creído que era él, en realidad no lo es. Son muy parecidos o quizás mi mente sigue sin entender que John Carter ya se olvidó de mí.

<<Pero están los girasoles, tuvo que ser él>> Me grita mi interior. ¡No llores! No más.

Me siento una completa estúpida al regresar a mi oficina decepcionada como aquel primer día que me enfrenté a la realidad, cuando descubrí que amaba con tanta intensidad a John que hubiera sido capaz de renunciar a todo lo que hoy tengo y quedarme en Greensboro con él. Me dejo caer en mi asiento y mientras Mónica me lee todos los pendientes que tengo por hacer y las dos reuniones a las que tengo que asistir, compro un boleto en línea para el día de mañana y regresar a mi pueblo. Iré con acompañante, le pediré a Shawn que vaya conmigo y quizás si recorría aquellas calles con otra persona, la tonta idea de que ese pueblo es exclusivamente del amor que nació en cuestión de días, saldrá de mi cabeza.

Sé lo tonta que sueno, sé que no es nada maduro de mi parte estar prácticamente utilizando a otra persona para olvidarme de mi pasado, pero, con la cabeza un poco más fría, pienso en que no es justo. Si es él, por qué no ha pedido verme, si es él, por qué solo me ha enviado flores, si es él, por qué no entiende de una jodida vez que lo único que quiero en este jodido mundo es volverlo a abrazar, oler su aroma, que los mechones de su cabello me hagan cosquillas en la frente, que sus labios me consuman y que mi cuerpo se encienda con su simple cercanía. ¿Acaso es un juego para él? Ha pasado un año; un desgraciado año y justo me envía flores cuando he decidido estar con alguien más.

<<Tal vez no ha sido él>> Me intento engañar a mí misma.

Mónica me deja sola al fin y empiezo con mi trabajo, es una exageración de documentos los que tengo que revisar y preparar para las reuniones de la tarde. A mitad de la mañana escribo un correo a mis superiores solicitando el permiso y comprometiéndome a trabajar desde Greensboro, aunque dudo mucho que Clark me permita hacer eso. Miro los girasoles cada cinco minutos, la herida se abre cada vez más, los pensamientos me martirizan cada vez con más intensidad y estoy tratando de no volverme loca.

John, la mayor de mis adicciones. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora