Capítulo 25.

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La melodía que nos hace balancearnos de un lado a otro termina y con ello termina nuestro pequeño momento bajo las estrellas de Greensboro. Me aparto apenas lo necesario para mirarle el rostro. Me duele saber que falta muy poco, que no miraría esa sonrisa todos los días, que su aroma solo quedaría en mi memoria hasta que nos volvamos a encontrar.

—¿Qué pasa, Emily? ¿Por qué luces tan triste? Me iré a disculpar con tus padres y con tus amigos, hasta con el mismo Jeff si eso te hace sentir mejor. —Roza su nariz con la mía.

—Sé que me dijiste que todo iba a estar bien, pero vine aquí creyendo que me divertiría como cada verano, y que este tenía que ser especial y tenía que hacer locuras, pero jamás imaginé que, en busca de diversión, encontraría el amor, John. He encontrado el amor en un momento no adecuado. ¿Eso está bien?

—Lo está. El amor no respeta tradiciones, culturas, religión, distancia, orígenes, clases sociales, tiempo, edades. El amor llega sin darnos cuenta. De pronto, un día te despiertas y te descubres enamorado como un imbécil y no hay marcha atrás, tienes que enfrentarlo o enfrentar el olvido, tienes ambas opciones. Ya te he dicho que estoy dispuesto a luchar por esto, por ti. Pero, si prefieres el olvido, tendré que enfrentarlo y dejarte ir, no por cobardía, ni porque no te ame lo suficiente, sino, porque el amor es libertad, Emily. Y a veces tenemos que soltar al ser amado, aunque duela como el mismo infierno.

—Pero yo no quiero que me sueltes, nunca había deseado tanto algo como que lo nuestro funcione aún en la distancia.

—Entonces no te soltaré, ni hoy, ni mañana y me atrevo a decir que jamás, porque mi corazón nunca había latido tan fuerte y de forma descontrolada al ver a una chica, porque me haces hacer poemas por las noches y bailar en la calle sin pena alguna, porque me haces querer más contigo, lo quiero todo contigo, Emi, así que, deja esa tristeza.

—De acuerdo, ahora, ¿listo para disculparte? —le pregunto, dejando a un lado esta tristeza que poco a poco se apodera de mí.

—No, porque he tenido razones suficientes para partirle la cara a ese idiota, pero si mi novia se siente feliz escuchándome pedir disculpas, lo haré.

Entrelazamos nuestras manos y caminamos hasta el bar. Me siento avergonzada por lo ocurrido anteriormente, no por los golpes o la mirada de todos sobre nosotros, en realidad me siento avergonzada porque he salido corriendo como si esto se tratara de un libro de romance dramático y John ha salido tras de mí, dándole énfasis a ese concepto.

Mi novio cumple con su palabra y se disculpa con mis padres, con los futuros esposos, con Jeff, aunque le he pedido que no lo haga. Ciertamente John tiene razón, Jeff se merecía esos guantazos. John sube al escenario, y con micrófono en mano se ha disculpado con todos, también ha invitado a los presentes a una ronda de tragos.

Yo he pasado la mayoría de la fiesta con una botella con agua, resulta que mis padres no toleran mucho que tome alcohol, así que mientras están entre la multitud que celebra con euforia el compromiso de mis amigos haciendo sus mejores movimientos en la pista de baile, yo finjo ser una hija ejemplar.

—¿Te quedas conmigo hoy? —pregunta ilusionado John.

—No sé si pueda escaparme.

—Te lo suplico, una noche más sin hacerte mía y exploto —dice muy serio frente a mí. Me quita la botella de las manos y en un segundo me tiene arrinconada en la pared. Mis brazos cuelgan en su cuello y antes de que pueda responder algo, me besa y el sabor a cerveza se mezcla con mi aliento, su lengua hábil ya ni siquiera pide permiso y se enreda con la mía con total propiedad.

—John —susurro afectada y sorprendida. Su miembro está tan duro que lo siento aún con su pantalón y mi vestido de por medio.

—¿Qué? —Se acerca aún más a mí, y yo miro nerviosa hacia todos lados. Al menos mis padres están distraídos conversando con los padres de Clark—. Esto es tu culpa, me has tenido muy abandonado. —Sonríe sobre mi boca.

John, la mayor de mis adicciones. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora