CAPITULO I

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LEV

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LEV

¿Tan difícil era llegar a un acuerdo para invertir en una cadena hotelera en crecimiento y ganarle a tu enemigo numero uno?

Pues sí, luego de la gran cagada de Luciano.

Lo era después de saber que tú mejor amigo había hecho una inversión-con su pene-en la hija de uno de los asesores de tu futuro socio y seas el último en enterarte. Y no por su propia boca, sino por las habladurías de tus empleados.

- ¿Dejarás que te explique cómo pasaron realmente las cosas? o ¿seguirás con tu mierda de chica celosa?

Salí del auto casi gruñendo con paso apresurado hasta el recibidor del edificio por traer a Luciano pisándome los talones y gritando para que por fin lo viera y respondiera a sus absurdas preguntas. No es que estuviera en plan celoso no, solo que al abrir mi boca-cuchillos, balas o quizás bombas nucleares-salieran de ella con palabras que el bastardo en realidad se merecía. Agregándole a eso, no quería dar tela para futuros chismes.

-Ni soy chica ni estoy celosa. ¡Jodido cabrón! -pulsé el código en el tablero del elevador que nos llevaría directamente al piso veintiuno donde estaban nuestras oficinas, entre tanto, dejaba mi maletín en el suelo y utilizaba mi mano libre para poner en su lugar los botones de mi traje-solo estoy tratando de controlar lo que posiblemente te mande al infierno de una puta vez y dejes de joder mi existencia.

Las personas que estaban a punto de abordar el elevador contiguo giraron sus rostros enfocando sus ojos sorprendidos en nuestra dirección, mientras que el imbécil a mi lado soltaba una estruendosa carcajada por sacar lo peor de mí.

¡Me lleva la mierda!

- ¡Jodido italiano de mierda!

Normalmente soy de poco hablar, cada mañana al llegar al edificio solo devolvía el saludo con un asentimiento de cabeza o un gruñido en respuesta. Solo mi secretaria, el imbécil de Luciano o uno que otro empleado conocía realmente mi-jodida- personalidad, mientras que otros con solo sentir mi presencia se apartaban de mi camino.

¡Y como el infierno que agradecía eternamente eso!

De verdad que Luciano amaba sacarme de mis casillas, y en este momento estaba a tres segundos de soltarle un puñetazo en su maldito rostro aniñado.

- ¡Oh!-exclamó luego de recomponerse.

El muy desgraciado enfocó su vista en la morena despampanante a pocos metros de nosotros y le regaló una de sus características sonrisas folladoras y un giño casi sugerente, logrando que la pobre chica se sonrojara.

-No sabes cómo me prende tu boca sucia. Lástima que soy superheteroman y no camino en el andén contrario cariño, sino fuera otra historia bebé -golpee su cabeza con mi maletín y aborde en la caja de metal rodando mis ojos en su dirección. - ¡Auch! Eso dolió idiota. En fin, solo fue casualidad ni siquiera sabía que Robert tenía una hija tan caliente como lo es Cristina. Si no crees lo que digo llama a Diego y confírmalo, yo no tengo la culpa que este deseable cuerpo llamara su atención y como un buen samaritano la dejara probarme.

Sr. ArmstrongDonde viven las historias. Descúbrelo ahora