CAPÍTULO XXV

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LEV

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LEV

Inhalo y exhalo ruidosamente, tratando de encontrar una solución a la tormenta de hebras pelirrojas que dejó un coletazo de histerismo en mi familia. O mejor dicho, en la familia de mi esposa.

Vuelvo sobre mis pies observando a las personas que esperan una respuesta; y yo ni si quiera sé que decirles.

- Solo es una confusión, enterramos a mi esposa y no hay posibilidad de que sea ella.- Sus hombros caen en derrota uno a uno, y a mí una vez más el sentimiento de culpa me embarga.- ella ya no está entre nosotros, solo es pura casualidad que una mujer tenga una pizca de parentesco físico con ella. ¡Graciella esta muerda, joder!

Exclamo fuera de si, hundido en mi propio dolor. Pero Adrián no da su brazo a torcer. Me mira expectante, como si quiera que le diera la razón.

El cofre donde reposaban sus restos estaba sellado, según el médico forense, su cuerpo  debía ser sepultado con prontitud debido a sus lesiones y la causa de su muerte. Aun no habían esclarecido los componentes químicos de los cilindros cerca de donde habían colocado las bombas.

Y algo en eso me estaba dando muy mala espina y un mal sabor de boca.

- Tienes razón, muchacho.- el señor Blyde se pone de pie cerrando la chaqueta de su traje.- creo que deberíamos darnos un tiempo fuera de este sitio. Estar aquí nos mantiene conectados a ella de alguna manera y eso no nos permite dejarla ir. Mi mujer y yo volveremos a casa y Alejandro se vendrá unos días con nosotros al igual que Adrián. ¿Porque no regresas con tu familia unos días y dejas el trabajo a un lado?

- Tengo mucho trabajo, no creo que...

- Hasme caso, Lev. No has llorado tu pérdida.- Alejandro se frota las sienes sentado en el sofá de cuero que adorna la sala de la casa que compartían Adrián y Graciella. Lo miro extrañado cuando estira su mano y acaricia una de las esquina de la mesa en silencio.- el trabajo va a seguir donde está, muchacho, pero si no sacas todo lo que tienes guardado en tu interior...

Asiento silenciosamente. Alejandro sale de su trance y se levanta para unirse a su padre. Sorprendentemente, él y yo solo mantenemos conversación con respecto al hotel, del resto solo nos saludamos por educación. En cambio Adrián es un dolor en mí culo, me habla hasta por los codos sin importarle que lo mande a la mierda en reiteradas veces. Creo que me ha tocado pagar una penitencia con ese imbécil.

El señor Blyde y su hijo se despiden y se marcha, dejándonos a Adrián y a mi aun sentados en la sala sin dirigirnos palabras.

- ¿No te parece extraño todo esto?

- ¿Que exactamente?- digo deshaciendo el nudo de mi corbata.- ¿lo que acaba de ocurrir aquí o en el hotel?

- Lev... 

- No, Adrián. Graciella esta muerta, es imposible que este viva después de que todos la vimos sin vida en ese maldito hotel.

- Pero...

Sr. ArmstrongDonde viven las historias. Descúbrelo ahora