LEV- ¿Que coño hacen en mi casa?.- enfurezco enormemente cuando mis padres, mis hermanos, los padres de Graciella y su hermano irrumpen en mi. Jodida. Casa.
Lo que me faltaba, aumentar mucho más mis niveles paranoicos como si ya no tuviera suficiente con la seguridad de Graciella y los niños.
Los observo detalladamente por unos segundos, mi padre va vestido informal tanto como mi madre, sus rostros lucen cansados y con surcos oscuros bajo sus ojos. Las manos de mamá tiemblan considerablemente entre las de mi hermana, cosa que le pasa cuando sus nervios toman el control de su cuerpo bajo una situación de estrés o preocupación.
O más bien, situación Lev Armstrong.
Su pelo, que normalmente se mantiene al diez por manos de estilistas famosos en el mundo de las mujeres, va desarreglado en una coleta algo caída en la parte superior de su cabeza con hebras sin brillo. Eva, mi madre, quien siempre se preocupa por su apariencia, hoy no lleva ni una pizca de maquillaje en su rostro.
Algo que me alarma.
- Lev Armstrong, cuidada malditamente ese tono con el que le hablas a tu madre.- parpadeo sorprendido cuando papá me apunta con su dedo asentando sus palabras. Desde mi adolescencia su tono autoritario y reprobatorio había permanecido en la clandestinidad, al igual que su lenguaje soez. - desapareciste y nos tenias preocupados. Temíamos lo peor.
- Estoy bien como pueden ver... Aun sigo vivo.
Ruedo los ojos cuando mi madre y Gabriella jadean por mi respuesta. Mierda, fui algo brusco.
Me hago a un lado y les permito que sigan avanzando, cada uno busca donde sentarse. Y no es que me hayan pedido permiso para invadir mi espacio. Fulmino con la mirada a Dexter quien permanece callado en un rincón semi ocultando una sonrisa que me tira de los cojones, se supone que tenia que mantenerme informado.
- ¿Que diablos se supone que hacen aquí? ¿No podían haber llamado por teléfono?
Exploto sin sentido, tirando de mi cabello con frustración.
- ¡¿Sabes cuantas llamadas te he hecho?!.- mamá pregunta y yo niego. Y la veo venir.- ciento cincuenta y dos llamadas y no te has dignado a devolverme siquiera una sola. ¡Una! Soy tu madre... Sabes los pensamientos horribles que tuve...- su rostro sufre un pequeño cambio; sus labios se tuercen y su barbilla tiembla antes de sollozar.- Eres un hijo insensible.
- Mama...
Ella corre y se tira contra mi cuerpo, rodeando mi cuello con sus brazos, escondiendo su rostro en mi pecho. Las sacudidas de su cuerpo aumentan cuando su llanto se vuelve incontrolable. La abrazo de vuelta acariciando su espalda tratando de calmarla.
- Lo siento, mamá, no quería preocuparte. Simplemente quería unos días para mi.
- Pues esos días se convirtieron en un mes, y casi en dos, hermano. ¿Que estabas haciendo que te impedía levantar el puto celular? No sabes el infierno que nos hiciste pasar al no saber si seguías respirando.
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Sr. Armstrong
RandomNo importa cuantos cielos traten de enamorarte, siempre elegirás el mismo infierno. Ganadora del Primer Lugar en la categoría "De Todo" en la primera edición de los GreenAwards2018.