CAPÍTULO XIX

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GRACIELLA

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GRACIELLA

Estoy confundida, mejor dicho, Lev me tiene completamente confundida. Su comportamiento de un tiempo para acá a cambiando, y no sé si sus acciones guardan algo para herirme al final.

Cosa que no quiero saber.

Mis sentimientos y pensamientos son distintos con respecto a él. Me siento segura y protegida a su lado, cómoda junto a su cuerpo y perfecta rodeada por sus brazos.

Me trata de forma distinta, siempre se asegura de que no me falte nada; ni si quiera el beso de los buenos días o buenas noches. El incidente en su cocina fue un borrón que no quiero volver a repetir y creo que Lev igual. Él pobre la pasó muy mal, no sabe manejar las cosas que no están bajo su control.

Una semana bajo su cuidado y casi me doy golpes en la cabeza con las paredes, es tan estresante, sobre pasa mis limites de "donde te pongo para que no te rompas".

¡Jesús!

Si actúa así con una herida no quiero ni imaginar como será cuando... ¿Pero que coño? Que embarazo, ni que leches, ni que nada. Solo es un matrimonio por tres años, por dios.

¿Qué decir de la ida a Barbados?

Pues, nunca se me cruzó por la cabeza que no volveríamos a su casa si no a la mía. Mi primera reacción al saberlo la hice frente a las puertas de embarques, me tiré a sus brazos brincando como niña pequeña con juguete nuevo. No me importó tener algo de público, lo besé hasta dejar mis pulmones sin oxígeno. La vergüenza vino después tiñendo mi rostro, no sabia donde meterme al volver a la realidad, al ser consciente de donde nos encontrábamos y que había paralizado la cola. Él muy cabrón solo se río de mí.

En algunas ocasiones me dan ganas de matarlo, pero en otras, las ganas son de comérmelo entero.

Para muestra, lo que hizo en el aeropuerto. Reconozco que entre en pánico, nunca me ha sucedido algo semejante. Al ver a Sol en la misma habitación que nosotros disipó mi miedo, lució como una niña grande aunque fastidió un poquito las intenciones de mi ¿novio?, ¿esposo?. Da igual, al final entre los dos removieron mi parte sentimental, acabé llorando y riendo al mismo tiempo gracias a sus ocurrencias.

¿Que había en la bolsa? Pues, un juego de anillos de platas sencillos, con nuestros nombres grabados en el interior y la fecha de hoy; Junio dieciséis del dos mil diecisiete. Pero eso no fue todo, otra bolsa mucho más grande apareció ante mi, y reí enternecida cuando vi el contenido. Un precioso conejo de peluche color blanco, con orejas largas y su nombre gravado en el pecho en letras rojas. ¿A que es mono?

Después de eso, no fue acto para menores de edad, aun puedo sentir mis piernas estremecerse con el recuerdo.

Respiro profundo observándolo dormir a mi lado, es nuestro segundo día en Barbados y no he logrado salir de casa, él como excusa, pone a mi pequeña Troll o utiliza el sexo. No es que me esté quejando, obviamente no, solo que al señor no le gusta mi idea de pasar un día en familia tomando el sol.

Sr. ArmstrongDonde viven las historias. Descúbrelo ahora