Sr. Armstrong

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GRACIELLA

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GRACIELLA

Abro los ojos, parpadeando para acostumbrarme a la molesta luz del sol que atraviesa las inmensas ventanas que dan a la terraza. Las cortinas están corridas hacia los laterales, y es por que olvidamos cerrarlas anoche cuando hacíamos el amor como locos, sedientos el uno por el otro.

Estiro mi cuerpo sobre el colchón, encontrándome el lado izquierdo vacío y frío con las sabanas deshechas. Hecho un vistazo sobre mi hombro, esbozando una sonrisa al ver un ramillete de flores Santa Rita, un pedazo de papel doblado y una cajita turquesa sobre la almohada de Lev.

Mi conejito, bajo su típicos trajes de alta costura aun guarda su parte romántica a pesar que ciertas situaciones lo endurecieron un poco.

Todavía me pitan los oídos de sus gritos al describir que Gregory me enseñó a manipular un arma. Y casi le da un infarto cuando le dije que fue con mi embarazo avanzado. Gregory aun se está escondiendo de su ira.

Y lo amo. Amo sus facetas frías y distantes, las divertidas y traviesas en la intimidad y tambien, la de hombre duro al corregir a nuestros niños.

A penas tienen cuatro añitos y son un torbellino de liadores de campeonato. Mira que meter al gato de Victoria en la lavadora y ponerla en marcha en una visita, no tiene precio. La bravura de Lev solo dura unos minutos cuando su princesita le hace ojitos, se olvida de todo. Lo juro.

Y lo comprendo, es una cosita hermosa. Hecha por los dos. Y Daven, es tan sobre protector con su hermana como lo es Lev conmigo. Es su mini copia. Adorable a más no poder.

Giro sobre mi costado y extiendo mi mano, agarro las flores y las llevo a mi nariz, disfrutando de su dulce aroma. La dejo a mi lado y me adueño de la nota, la desdobló y una caligrafía masculina me da la bienvenida:

"Feliz cumpleaños y feliz aniversario, conejita"
Pd. Buenos días, estaré esperándote en la terraza, no tardes, cielo mío.
Te amo. Lev

Lo ven, un tipo duro pero dulce y todo mio.

En la cajita descansa una fina cadena de plata, el dije es una huella felina con pequeños diamantes incrustados. Precioso.

Me levanto de la cama y envuelvo mi cuerpo desnudo con las sabanas, agarro la cadena y me aventuro a afrontar las vistas que me ofrece la costa Amalfitana. Es tan hermoso que dan ganas de vivir aquí toda la vida. Pero desgraciadamente, no podemos.

Otro regalo de mi esposo; alquilar una pequeña villa en Positano para pasar nuestra luna de miel. Si, después de tanto tiempo, y de una segunda boda con nuestro familiares y amigos más allegados, una que sin duda alguna, estoy segura que no van a olvidar nunca, y lo estoy disfrutando a lo máximo.

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