CAPITULO XVI

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GRACIELLA

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GRACIELLA

Cincuenta y ocho días...

Cincuenta y ocho putos días que hemos empezado a tener un juego tonto y sexual. No es que me queje o me moleste, Lev es un hombre con cualidades sorprendentes en la cama. Y lo disfruto.

Ambos caídos en la tentación de entrelazar nuestros cuerpos desnudos, de manera íntima, sin importar que después que pase el momento de fogosidad volvamos cada quién a asumir  su papel. Él de mandón y yo de rebelde.

Sonrío cuando un recuerdo destella en mi mente, no es más que el día que él montó un estúpido espectáculo frente a su familia y mejor amigo. Lloré como boba por pensar que todo era real, pero luego estaban sus palabras repitiéndose de manera silenciosa en mi cabeza, sería muy bonito que en algún momento de mi vida algo así me suceda de verdad con mi persona ideal.

Aquella noche intenté salirme con la mía, ilusa yo. Sí, logré salir de la habitación dejándolo con su rostro desencajado y una erección descomunal que deformaba sus pantalones, pero terminé cagando las cosas para bien. Su hermana resultó ser igual o peor que Roby, aun estoy por decidirme. La cosa es qué, después de media noche, con dos películas casi terminadas, botanas a medio comer, ambas acabamos dormidas en su cama.

Por ser rebelde recibí un delicioso castigo.

Lev fue en mi búsqueda, al principio entre sueños puse negativas pero terminé desnuda y atada a su cama siendo sometida por su endemoniada lengua y polla, gimiendo como posesa bajo su cuerpo. Fue una noche llena de locura ardiente, sé ocupó encarecidamente en hacerme suplicar.

Y joder, lo hice hasta caer agotada con él aun en mi interior bajo mi cuerpo. Me estaba empezando a gustar que sea insaciable y de mente juguetona.

Suprimo la idea de estar enamorándome de él cuando me llega de sopetón, yo no puedo hacer eso. Me niego a estarlo, así que empujo el sentimiento a las profundidades de mi ser y conciencia.

En el momento que nos trasladamos a Milán, se armó una guerra que terminó con todo un equipo de seguridad buscándome por casi dieciocho horas. Entré en pánico cuando regresé a su casa, perdón, a nuestra casa. Su nombre le caía como anillo al dedo, estaba furioso e irreconocible ladrando órdenes y demás. Las cosas se pusieron tensas cuando reparó en mi presencia, todos sus... nuestros empleados huyeron como ratas dejándome con un león salvaje con mirada siniestra. 

Venga, cualquiera haría lo mismo que yo, supongo. Hurgando entre sus cosas, buscando unos papeles que él mismo me pidió enviara a su oficina de emergencia, encontré una carpeta que atrajo de forma inmediata mis ojos. Había firmado sin darme cuenta una sentencia que estrangula mi libertad por tres putos años, había quedado en la inmunda y sin un duro en el bolsillo. Todo, absolutamente todo lo que me pertenece pasó a estar bajo sus manos.

Pero aquí estamos, disfrutando como locos del uno al otro. Si, tenemos nuestros momentos pero he sabido manejarlo a mi manera. Con sexo.

Termino de acomodar mi vestido y le doy un último vistazo a mi cuerpo en el espejo que adorna toda una pared en la habitación de baño. Creo que a alguien no le va a gustar.

Sr. ArmstrongDonde viven las historias. Descúbrelo ahora