CAPÍTULO III

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LEV

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LEV

La noche hacia su aparición dando por culminado otro día; lleno de papeles, llamadas, reuniones y caras que aunque te amarguen la vida tienes que soportarlo con una sonrisa fingida si querías tener todo bajo control y en tus manos.

Mantenerte en el primer puesto en la cadena de personas con mayores influencia en los negocios tiene sus cosas buenas y malas. Ante todo, debes ser inteligente y saber como jugar fichas y mantener todo a tu favor. Siendo un enemigo difícil de vencer.

No importa si tienes que pasar por encima de cualquiera para mantener tu postura y seguir siendo aquel temido león entre tantas gacelas.

- ¿Porqué tan solo, guapo?.

Una mujer con cara angelical de enormes pechos y piernas kilométricas recargaba su cadera en la barra, una de sus manos se hizo camino en la distancia y la poso sobre mi pierna, comenzó a dibujar ochos sobre la tela de mi pantalón gastado.

- Pues... No lo se, quizá solo esperaba la compañía de alguien hermosa, como tú, por ejemplo.

Le regalé un guiño en el momento que junté mis labios con el frío cristal y dar un largo trago a mi soda con limón. Evitaría a toda costa el alcohol por esta noche, ya tengo suficiente en mi sistema.

- Ya.. Dejemonos de jugar. ¿Que te trae por aquí? ¿por que tanta insistencia en verme, Lev?

Lleve una de mis manos a mi cabeza y deslice nuevamente mis dedos por mi corto cabello.

- Se trata de mi hermano. Hace un par de días llego a su oficina un documento de un bufete de abogados. Dichos papeles mantengo bajo mi poder, no puedo permitir que los vea, por el momento. Su tía insisten en que viaje a Alemania para que firme los papeles de la herencia que le dejó el viejo. No se cuales sean sus intenciones y las los carroñeros que la rodean.

- Ya veo. Igual no entiendo ¿que tengo yo que ver en esto?.

- Lo sabes y de sobra, Camila. Esa mujer no se anda por las ramas, dudo mucho en que tarde en venir y de con tu paradero. A final de cuentas, eres su maldita media hermana, o ¿no?.

Con la sola mención de Giorgina, el color abandonó el rostro de Camila, dejando por su paso un pequeño tic nervioso en sus manos.

- Esa perra no sabe aun de mi existencia, o eso espero. A menos que tú lo hayas comentado con alguien mas. ¿Lo has hecho?

- Que poca fe tienes en mí, querida. No, no te he traicionado como lo has hecho tu conmigo.

- Somos o éramos amigos, solo hice lo que pensé que era necesario, y eso era quitar a esa mujer de tu camino.

- Lo has dicho muy bien, fuimos amigos, ya no. Ahora solo trabajas para mi y eres una conocida... más.

- Tú.. Puedes decir lo que quieras, pero sabes que tuve que hacerlo. O ¿que querías? ¿que tu hermana terminara trabajando en un burdel?. Solo sé un poco inteligente y medita muy bien tus palabras, por que te aseguro que no habrá una próxima vez. No volveré a manchar mis manos con sangre, idiota.

Sr. ArmstrongDonde viven las historias. Descúbrelo ahora