India dice: "Agradecé, agradecé que tenés otro día".
Otro hermoso día en el barrio "Los almendros". En el despertar del sol el mundo saluda con alegría un nuevo amanecer y canta junto al trinar de las aves, aquellas melodías de gozo que agradecen a Dios por su vida nueva. Todos en el barrio son inmensamente felices, excepto India Rojas Válera.
"¡Dame veinte más, dale!" grita el señor Rojas a todo pulmón, mientras él mismo efectúa a su propio ritmo los ejercicios que dicta a su hija, quien, acostumbrada al ejercicio, los ejecuta sin problema.
"¡Ahora a trotar, cadete! ¡Uno, dos, uno dos...!" y ambos salen de la propiedad con un trote limpio y de sincronización perfecta.
Cuando toman el camino que cruza frente a la casa de sus vecinos puede ver con claridad al sujeto que se atrevió a botar basura en su patio, usando solo un pantalón de ejercicio y bebiendo una taza humeante en el pórtico de la propiedad, sonriendo con malicia al verla pasar; seguro se regodea con el sufrimiento de su vecina.
Eso, nuestra querida India, no lo olvidará.
Son las 11:30am en el bello pueblo de "Rose&Mary", donde nuestra querida Indy termina de colocar la capa de barniz protector y brillo al mueble de cocina para su vecino de la otra cuadra. Con el calor de la hora se deshace de la mascarilla de protección y los lentes, para devolver todo el material al cobertizo, el mueble recién terminado está protegido por la sombra protectora del árbol que el señor Rojas plantó cuando su pequeño Gabriel (el hijo mayor), nació, hace ya veintiocho años.
"¿Terminaste?" pregunta su padre al verla entrar de nuevo en la cocina.
"Sí, ya terminé. Mañana o pasado se lo podemos entregar," responde, tomando agua desde la jarra de la nevera.
"Ché, India, ¿cuándo vas a entender que de la jarra no se toma?"
"¿Otra vez con eso, viejo? Si eso hacés vos a media noche cuando se te olvida llevar agua al cuarto," responde, devolviendo la jarra media vacía.
"Esas son circunstancias distintas, India, ¡circunstancias! ¿Y qué? ¿Te vas y ni la volvés a llenar?"
"¡No, viejo! ¡Me fui y no la llené!"
Sí, en casa hay una pequeña disfunción que, pese a que el régimen ha sido muy militante y disciplinario, ha existido siempre, como en toda familia. Veamos como ejemplo, la siguiente anécdota...
Nuestra Indy de diez años recorre el camino a su aula de estudio en la escuela estatal de "Rose&Mary", un caluroso diez de marzo, sus bellas trenzas castañas brincan con su correr porque se detuvo en la entrada a saludar a unas amiguitas y se le hace muy tarde ya. Bueno, aunque en ese momento lleva la mano derecha untada con sangre que no es suya y su modo de correr, sin mochila, parece más de... Okay, regresemos un poco. Indy ingresa a su escuela sonriente, sus hermanos la dejan atrás, como siempre, y dos chicas de cursos mayores se le acercan. Ahora todo va cobrando sentido.
Me parece que Indy está un poco intimidada pero su padre le ha dicho que nunca falte el respeto a nadie y menos, haga uso de sus conocimientos en lucha cuerpo a cuerpo con otros. Veamos cómo continúa...
"Dime, Martha, ¿has visto alguna vez al fantasma del pasillo diez del tercer piso?" pregunta una chica a la otra, mientras van caminando hombro con hombro junto a Indy.
"No, Martha. ¡Oh, espera! ¡Lo estoy viendo ahora!"
"Que fea eres, de verdad, India. Hasta tu nombre es feo."
"¡Calláte, pelotuda, me pusieron el nombre por mi madre!" espeta nuestra niña con notable molestia, rompiendo así la primera regla explicada al inicio.
"¡A mi no me dices que me calle, fenómeno!" replica la más grande empujando a Indy y llevándola a caer de espaldas en el suelo, todos sus compañeros rodeando ya el patio delantero de la escuela. "¿Por qué no hablas como la gente normal?"
"Sí, que rara eres."
"Y tonta."
"Sí, tonta, no sabe leer en voz alta."
"¡India no sabe leer en voz alta!"
"¡India no sabe leer en voz alta!"
"¡India no sabe leer en voz alta!"
"¡India no sabe leer en voz alta!"
Los niños se han puesto a cantar a coro la última frase, acrecentando el sonido cada vez más en lo pequeños tímpanos de Indy hasta que la balada, la frustración y la vergüenza convergen en una fascinante acumulación de emociones en una niña con entrenamiento militar. Entonces, Indy quebranta la segunda regla explicada.
Con gran determinación y sin que la otra niña lo vea venir, India brinda una patada fuerte en la rodilla a la mayor de las dos acosadoras, llevándola a arrodillarse y dejarla a su altura (muy lista Indy), en posición perfecta para dar un puñetazo limpio en su cara y dislocarle la nariz. Las otras niñas y niños, al observar la sangre, corren con miedo.
Ahora sí, observamos a Indy correr con desesperación por el corredor en busca de la enfermería para que atiendan a Martha y su nariz sangrante.
Para:
Lana_mr
JellyPawsBookStudios
&
_-Livvs00-_
Gracias por apoyar mis historias,
Elí
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¡Ché, boludo!
ChickLit"¿Qué hacés, boluda? Mi nombre es Indy, y sea lo que sea que el narrador te diga, es un chamuyero". Les presento a India Rojas Válera. Ella es una chica... "¡Ché, boludo! ¡Soy una mujer, no una 'chica'!" Claro, mis disculpas. Como les decía, es un...