"¿Qué hacés, boluda? Mi nombre es Indy, y sea lo que sea que el narrador te diga, es un chamuyero".
Les presento a India Rojas Válera.
Ella es una chica...
"¡Ché, boludo! ¡Soy una mujer, no una 'chica'!"
Claro, mis disculpas. Como les decía, es un...
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Indy dice: ¡Dale, vos podés! Confiá en vos y seguí intentando que al final, el que no intenta de todas formas pierde.
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Han pasado catorce preciosos días en la casa de los Newman, con un trabajo continuo que avanza cada día más a prisa. El sótano es un lugar decente, otra vez, y cuenta con nueva tubería y refuerzos en las bases y paredes. La sala de estar luce más habitable ahora que cuenta con un piso de madera reparado y pulido, el candelabro ahora funciona, los agujeros han desaparecido y paredes enteras han sido rellenas o cambiadas nuevamente en las dos habitaciones, luego del arreglo del servicio eléctrico. La puerta corrediza ha sido cambiada y un colega de Fito ha encontrado a otro amigo que es primo de un cuñado que podría hacer los cristales faltantes del ventanal, con descuento. Las cajas han sido arrinconadas en la cocina o la habitación principal de la segunda planta, ya que Raleigh se opuso fervientemente a que Indy las guardara en su casa.
Ah, cuántas discusiones ha habido en esa casa en el transcurso de esta semana, de contar cada una, el capítulo entero sería de eso. Pero no, amigos.
Allí va India Rojas Válera, cargando un rollo nuevo de papel Craft y pegamento industrial, lista para presentar su idea para el suelo de la cocina, donde Rainer debe estar terminando de mover los muebles hacia las otras habitaciones. Se sorprende al no ver a Raleigh y a Sofía trabajando en el jardín, o a sus colegas. Son las nueve y veinte de la mañana del viernes 19 de febrero.
Toca la puerta de entrada, recién lijada y embadurnada con un par de capaz de su barniz. Nadie abre, pero se escucha la voz de Sofi gritar: "¡Pase!" Así que lo hace. Cuando se encuentra dentro y se aproxima hasta la cocina, una lluvia de pelotas plásticas cae sobre ella, y suelta los objetos que carga para intentar protegerse del ataque. Por fin entiende lo que pasa al ver a Rainer, Sofi, y sus colegas, librar una guerra en su contra. Las risas y gritos de algarabía no se hacen esperar por parte de todos los presentes cuando Indy está hecha un nudo en el suelo, rindiéndose ante el ataque y la risa. Las bolas dejan de caer gradualmente, y lo siguiente que Indy siente es el cuerpecito de Sofía sobre el suyo, riendo y buscando su atención.
"Así que vos sos la líder, ¿eh?" le dice, sosteniendo sus manitas, aún bajo el peso de la niña. "Vení acá," le dice y la sujeta cuando ella intenta huir. "¿Cómo que me atacás de sorpresa? Te merecés un ataque de cosquillas, traidora".
La pequeña Sofía se retuerce de risa ante las cosquilla, hasta que termina rindiéndose entre los brazos de Indy, quien la abraza con cariño. Cuando se levanta con la niña en brazos, el suelo es colorido debido a las decenas de pelotas coloridas, es cuando observa las armas de aire que todos tenían.
"Son unos traidores, todos."
"Encontramos las pistolas en una caja y a Sofi se le ocurrió que podíamos jugar un rato", explica Rainer, acercándose.
"Claro, a mi costo, boludo", ríe Indy. "¿Y Raleigh?" pregunta, notando su ausencia.
"Tío Raleigh está afuera, odiándote", contesta Sofi, con seguridad, a lo que Indy ríe.
"¡Sofi!" le reprende su padre, "¿qué te dije de hablar así?"
"Dejála, al menos no es mentirosa. ¿Por qué no recogemos las pelotas, nena? Tenemos trabajo."
"Okay", responde la niña en un overol jean oscuro y zapatillas de bailarina, bajando de brazos de Indy y buscando una caja para empezar a guardar las pelotas.
"¿Sabés qué mal se escucha cuando decís 'pelotas', boludo?"
