India siente que camina por las nubes, sin notar el suelo, las puertas o la bata azul que todavía lleva atada a su cintura.
Carolina viene detrás de ella, retirando sus propias protecciones, cuando alza la vista y observa, por detrás del hombro de su cuñado a Rainer y la pequeña Sofía, recién llegados. De inmediato él se acerca de la mano de su hija y la acepta en sus brazos, dejándola llorar en su hombro.
Para cuando India se da cuenta que ya no está en la habitación de su padre, las perlas verduscas de Raleigh la observan con preocupación, sus cejas unidas parecen reprochar algo en silencio y sus labios contraídos ocultan palabras que no han sido dichas.
Sin pedir permiso, porque no puede hablar; sin pensarlo mucho, porque todo lo que sabe es que necesita a alguien; reconociendo su momento de debilidad, como sabe hacer, ella se acomoda en el hueco entre el hombro y el cuello de él, desliza sus manos por su cintura y se deja sentir protegida por su abrazo.
Luego de dos días sin dejar el hospital, India se ve obligada a regresar a su casa a solo horas de que su padre sea dado de alta, pero es por motivos de fuerza mayor: debe notificar a su hermano y preparar la vivienda para la llegada del enfermo.
India entra casi corriendo, Raleigh es quien debe cerrar la puerta detrás de ella. Lo primero que hace es entrar en su habitación, tomar su toalla y correr por el pasillo hasta el baño, tomando una ducha record de tres minutos. Sale despavorida, con la toalla enrollada en su pecho, empapando el suelo. Raleigh, en la planta baja, camina por la sala, observando cada retrato y fotografía expuestos, reparando en los soldados caídos.
India baja cinco minutos después oliendo deliciosamente a coco, con el cabello adhiriéndose a su frente y empapando su camiseta, provocándole una corriente eléctrica como cada vez que la observa así. Ella ni se detiene en él, solo en acomodar las cosas dentro de la bolsa con objetos de su padre. Es momento de hacer la llamada.
Por desgracia, el sargento Enrique Rojas no está disponible para recibir llamadas, pero su mensaje será enviado vía un superior y se asegurarán de que sea recibido. Así, India Rojas Válera puede dejarse caer en el sofá de su casa. Raleigh hace lo propio a su lado.
"Gracias", dice ella, viendo hacia la televisión apagada, pensando que tiene que venderla ahora más que nunca para liquidar la deuda con el hospital, o parte.
"No hay por qué".
"Después de esto él no podrá trabajar, no se lo permitiré".
Él guarda silencio.
"No quiero hacerlo pero es la única opción, Raleigh", añade, apoyándose en sus rodillas.
"Déjame ayudarte", dice él, imitando su posición para hablarle más cerca, quizá así entra en razón, "puedo cubrir la deuda del hospital, pagar la hipoteca y el préstamo".
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¡Ché, boludo!
ChickLit"¿Qué hacés, boluda? Mi nombre es Indy, y sea lo que sea que el narrador te diga, es un chamuyero". Les presento a India Rojas Válera. Ella es una chica... "¡Ché, boludo! ¡Soy una mujer, no una 'chica'!" Claro, mis disculpas. Como les decía, es un...