XXIII.

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A la semana siguiente, el domingo 28 de febrero, lista para despedir el difícil mes que ha tenido, India termina de dar los últimos retoques al tocador que las Damas de la Sociedad del Lector de Rose&Mary solicitaron para la subasta

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A la semana siguiente, el domingo 28 de febrero, lista para despedir el difícil mes que ha tenido, India termina de dar los últimos retoques al tocador que las Damas de la Sociedad del Lector de Rose&Mary solicitaron para la subasta. Se siente indudablemente cansada, ya que ha tenido que aceptar trabajos de última hora desde hace semanas, incluyendo los fines, y sabe que su padre no es la excepción: a su edad él no debería trabajar más, y menos en horarios nocturnos. Pero las deudas llaman a la puerta y no pueden darse el lujo de perder la casa.

"Vaya, si no fuera porque vivimos uno junto al otro, no sabría que estabas en casa", dice una voz en la entrada de su taller.

"Perdoná, no escuche que llamaste y mi viejo está durmiendo", responde Indy con una sonrisa amable mientras se desprende de las protecciones.

"Sofi ha preguntado toda la mañana por ti, no sabía que estabas trabajando en algo más a parte de la casa".

India sonríe ahora con poca gracia, sintiendo esa carga del trabajo en sus hombros.

"Bue... Tenemos deudas que pagar", explica, tomando un trapo especial para limpiar la superficie del mueble.

"¿Qué tan mal es?" pregunta él con más discreción, acercándose de brazos cruzados.

"Hipoteca y préstamo."

"Vale, ¿hay algo en que pueda ayudar?"

"¿Ayudar?" ríe ella. "Flaco, me diste trabajo, eso es suficiente."

"No es muy difícil hacerte feliz, ¿no?" ríe él también, acercándose con más ligereza a quitar el trapo de sus manos y tomarlas en su lugar. Indy debe alzar su cabeza para verle a los ojos.

"Eso me dicen", responde, aceptando que con sus manos ásperas rodee su mejilla y acerque sus labios para tomar de ellos un ligero beso. Pero eso es demasiado para Indy. Los recuerdos la golpean, y ese beso se convierte en un largo recuerdo de noches enteras y una vida compartida con otro hombre, impidiéndola continuar ese sencillo y honesto beso.

¡Ché, boludo!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora