Capítulo 39.

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Mackenzie extiende un pote de helado de chocolate frente a mis ojos que no puedo negar en tomar y comenzar a cucharear de inmediato. Me hago a un lado y dejo un espacio en su cama para que ella también pueda sentarte.

  — ¿Leo te trajo a casa? — Pregunta sacándome el helado de las manos.

  — Oh Dios, no me hagas acordarme de eso. — Oculto mi cara entre mis manos mientras niego con la cabeza.

Me prometí a mí misma olvidar lo que pasó en el camino del instituto de bellas artes hasta la casa de mi mejor amiga, ¡Fue realmente incómodo y patético!

  — ¿Ocurrió algo malo? — Ladea su cabeza.

  — No lo definiría como malo pero si muy vergonzoso. — Saco mis manos para mirarla. — No sé qué está pasando conmigo últimamente, además de los poderes claro que, por cierto, debo comenzar a practicar más seguido.

  — Déjame ver si entiendo, pasó algo malo ¿Con tu hermanastro? — Abre sus ojos con sorpresa. — No me digas que te vio utilizando uno de tus poderes.

  — ¡No! Santo cielos, no invoques eso, por favor. — Me horrorizo. — Es solo que... — Rasco mi cabeza. — ¿Sabes? No estoy aquí para hablar de mí, vine para hacerte compañía y para que te desahogues conmigo.

  — Sé que tú también lo necesitas. — Se cruza de piernas y me da una sonrisa ladeada. — Tengo toda la noche para hablar sobre mis penas, dime que te ocurre.

  — ¡Demasiadas cosas! ¿Estás segura que quieres escucharme? Si empiezo ahora no creo que puedas detenerme. — Me interrumpe para reírse fuertemente.

  — Soy toda oídos.

  — Okey, comenzaré con lo de Leo y mi madre. — Doy una pausa para sacar todo el aire acumulado en mis pulmones.

  — ¡¿Leo y tu madre?! — Casi suelta el pote de helado.

  — ¡No! No exactamente como piensas... — Narro la discusión acalorada que mi hermanastro y yo escuchamos anoche, mi amiga me escucha con atención hasta que termino la primera parte. —... Y hay algo más complicado, creo. No sabes lo incómodo que fue venir aquí hoy con él, estaba muy nerviosa. — Exclamo gritando. — ¡Incluso me sonrojé cuando hizo un comentario gracioso! ¡¿Por qué diablos me sonrojé!? No tiene sentido.

  — Oh, amiga. — Aprieta los labios tratando de ocultar una sonrisa cosa que no logra. — El bichito del amor ha tocado tu puerta.

  — ¿Disculpa? — Mascullo confundida. — ¿Amor? — Bufo y me carcajeo. — Por favor, Mackenzie. Me conoces, nunca me he enamorado. Es absurdo lo que piensas.

  — ¡Claro que no lo es! No quieres aceptar la verdad, eso te ocurre, ¿Por qué otra razón te pondrías nerviosa al estar a su lado?

  — No ocurre siempre... — Bajo la mirada. — Fue solo hoy, algo debe estar mal conmigo, lo presiento.

  — Por supuesto.

  — ¡Book! Tengo muchas fallas y con una más no pasará nada.

  — No estas fallada, tonta. Tú y yo sabemos que ocurre con el susodicho que no quieres nombrar pero que ambas sabemos quién es. — Sonríe ampliamente. — Ya te di mi diagnóstico, ahora confírmalo. ¿Desde cuándo te sientes extraña cuando estas con él?

  — No me siento "extraña". — Ruedo los ojos y pienso por unos segundos mi repuesta, rebusco en mis recuerdos más cercanos y cuando lo tengo cierro los ojos con fuerza, mierda. — Desde que estuve en la enfermería del colegio. — Murmuro con todo mi pesar.

Emily (en edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora