Los ojos claros del niño me observan con fijeza mientras extiende una pequeña flor hacia mí.
— Es para ti, Lily. — Avergonzado, baja su cabeza.
Tomo la flor con una gran sonrisa y, en modo de agradecimiento, le doy un casto beso en su mejilla. Recorro el gran patio con la mirada, el pasto es tan verde que parece irreal y hay tantas flores bellas de todos los colores posibles.
— Gracias, es muy linda. — Le digo aunque solo puedo centrarme en el color rojizo de la flor.
— En casa hay un gran rosedal. — Murmura el pequeño de, aproximadamente, cinco años. — Eso es lo que dice mamá, no sé qué es un rosedal, ¿Tú sabes? — Niego.
— ¡Em! — Grita para llamar mi atención. Me giro para observarlo pero su imagen se pierde de a poco, como si se desvaneciera frente a mis ojos.
— ¡Emily! — Siento una leve sacudida y abro los ojos de golpe. Solo me encuentro con el rostro de mi hermanastro a centímetros del mío. Intento levantarme pero él me sostiene contra su cuerpo. — ¿Te encuentras bien, Emilia?
— ¿Qué pasó? — Hago fuerzas para levantarme pero Leo vuelve a detenerme, me doy cuenta que estamos en el suelo y yo recostada sobre él.
— Te desmayaste. De nuevo. — Suspira. — Creí que estabas mejor.
— Yo también. — Aprieto los labios. — ¿Me dejas levantarme?
— Espera unos minutos, ¿Si? No estuviste mucho tiempo desmayada pero no te hará bien estar de pie tan rápido. Además, no dejabas de murmurar cosas extrañas, ¿Soñaste algo... feo?
Me estremezco al recordar al niño de mi sueño, o de lo que creo que fue. Parecía ser un recuerdo, pero no uno muy reciente sino que de mi niñez. Evito contarle eso a mí hermanastro y solo niego con la cabeza.
— No fue nada extraño, suelo hablar cuando estoy dormida. — Hago una mueca.
— Pero no estabas dormida. — Levanta una ceja.
Hago caso omiso a sus palabras y me suelto de su fuerte agarre para levantarme del suelo, él se levanta conmigo y me sostiene cuando siento un leve mareo.
— Por algo dije que no te levantaras.
— Estoy mejor, Leo.
— Seguro. — Rueda los ojos. — Déjame llevarte hasta el sofá. Sostente bien.
Tal y como mi hermanastro aconsejó, paso mi brazo sobre sus hombros para sostenerme mejor y nos trasladamos de la entrada de casa hasta el Living, en donde me deposita con cuidado en el sillón más grande. Me recuesto mientras veo como se sienta en el sofá más pequeño, frente a mí.
— ¿Mamá está en su habitación? — Pregunto al darme cuenta que no ha bajado.
— Se fue después de que tú y tus amigos lo hicieran. — Aprieta los labios. — Me sorprendió que Ethan haya ido, pero bueno. — Suelta un suspiro profundo. — Puede tener todos los amigos que quiera.
— ¿Cuánto tiempo has repetido eso hasta creértelo? — Suelta una carcajada y no tardo en reír con él.
— ¿Cómo supiste...?
— Tú no dirías algo como eso.
— Tienes razón.
— Entonces... — Aclaro mi garganta. — ¿Estamos solos?
— Por el momento, sí. — Despeina su cabello y fijo mi vista allí hasta que vuelve a hablar. — Debo preguntar, ¿Por qué viniste antes que Violet y Melanie? ¿Ya te sentías mal? — Asiento. — Esta es una de las pocas conversaciones de más de quince minutos en lo que no hemos discutido.
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Emily (en edición)
FantasiEmily Thompson se describe a sí misma como una chica normal. Una chica normal que no puede olvidar su dura y trágica infancia, claro. Ha sufrido demasiado y no está lista para enfrentarse a cosas peores. Sin embargo, la vida a veces puede ser un poc...