CAPÍTULO 23

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Otro día de tantos. Era realmente un día como cualquier otro: misma depresión, misma angustia, mismos problemas, mismos vómitos, mismas horas sin dormir, mismas horas existiendo, mismo tiempo sufriendo.

Todo lo que pasaba por mi mente era extremadamente pesimista o increíblemente imposible. Deseaba desprenderme de mí ser: mi mente y mi cuerpo, lavarlos y empezar de cero dejando el pasado atrás. Pero tampoco quería olvidarlo todo para volver al mismo círculo vicioso de estar mal porque me hacen mal-hacer mal a otros.

Había pasado tiempo sin salir, y algunas veces, ir a tomar aire (aunque era siempre el mismo) me hacía levemente bien. Ni siquiera me preocupé por cambiarme de ropa: un sweater horriblemente viejo con unos leggins medio sucios, botas de cuero desgastadas y rotas, y –por agregado, para no morir de hipotermia (aunque ni siquiera sabía si era preferible eso o continuar con mi vida)- una campera de jean bastante abrigada.

Bajé las escaleras y sorprendentemente me encontré con Elisabeth en su bata de pijama –bajo la que usualmente no llevaba nada- sentada en la barra con su café en la mano. Al oír mis pasos volteó de manera leve para confirmar que le hablaba a la "hija correcta" y comentó:

-Me llegó un email del director diciendo que faltas a tus clases últimamente.

Mierda.

Continué mi camino sin detenerme para parecer natural y respondí:

-Me enteré, dicen que fue un error, lo mandaron por equivocación.

Ella no respondió y oí como desplegaba el diario mientras yo me marchaba.

Toda la situación –bata de pijama, café por la mañana, leer el diario intentando parecer natural, que esté en la casa a esa hora- indicaba claramente que estaba esperando algún tipo.

Al salir de la pequeñísima encrucijada con la señora que alguna vez había sentido mi madre, supe que debía -desgraciadamente- ir a más clases para, por lo menos, poder pasar alguna de mis clases.
Detestaba el colegio, pero consideraba peor a la gente que se hallaba dentro; todos divididos en malditas categorías pero unidos por el mismo sentimiento de querer degradar al otro. Ni siquiera sabía porque me molestaba, yo hacía lo mismo con quienes se acercaban a mí. Jack era casi el único inocente que quedaba atrapado en el nido de víboras denominado "secundaria". Ni siquiera entendía porque debíamos sufrir tanto los "excluidos" sobreviviendo de aquellos para los que el mundo estaba hecho. Gente como mi hermana que se divertía con el asunto de la popularidad, las fiestas y los bailes. La clase de chicos geniales que hacían lo que querían, detestaban a sus padres –excepto cuando necesitaban su dinero-, y que se la pasaban en casas ajenas.

Mientras caminaba por la acera lentamente tratando de mantenerme de pie, comencé a sentir mareos. Intenté ignorarlos pero se fueron asentando provocándome un horrible dolor de panza y un molesto cosquilleo en la garganta. Entrecerré los ojos y con una mano sobre el abdomen y la otra tanteando no llevarme nada por delante, llegué a un cesto de basura en el que arrojé todo lo que llevaba dentro (de hecho, ni siquiera estaba segura si había dejado ir algún órgano).

-¿April?

Oh por Dios, no podía creerlo.

Levanté la vista divisando caminar hacia mí nada más y nada menos que a mi hermana sobre sus tacos caros y uno de esos conjuntos excéntricos que ella siempre llevaba.

Bajé la vista, esperaba que creyese que se había confundido así ambas seguíamos con nuestros caminos –notablemente- opuestos.

-Óyeme ¡April!- su voz un tanto irritante irrumpió en el silencio de mi vida, y de mi situación.

Repitió la oración repetidas veces hasta llegar a mi lado.

-¡¿Qué?!

Resopló dijo por lo bajo:- por fin respondes- hizo una pausa y continuó- ¿Cómo que qué? Acabas de vomitar muchísimo y actúas como si nada.

Ella estaba nerviosa, pero su asco por la situación era mayor.

-Es vómito, nada más, la gente lo hace. Tal vez ummm... Comí algo en mal estado o algo por el estilo.

Se tranquilizó de lo poco alterada que estaba pero observó mi rostro y su expresión cambió.

-Estás súper pálida, tienes los labios un tanto violetas y estás más flaca... Nunca te había visto así.

Tampoco era para tanto, aunque yo realmente había cambiado... Debería haberle aplaudido –irónicamente- por ese increíble descubrimiento, pero no esperaba que alguien se dé cuenta... Además tampoco había sido un cambio extremo; comía menos de lo habitual pero tampoco era un hecho desesperante... ¿verdad? Intentaba ocultarlo de mí misma, pero sabía que no estaba comiendo literalmente nada, y era algo que se sentía horrible.

A Thalía nunca le había importado lo que era de mi vida, ella nunca notaba nada, incluso si me suicidaba frente a sus narices... Pero se había dado cuenta... Tal vez solo pretendía preocuparse... ¿verdad?

¿Por qué Jack Clapton no se había dado cuenta? ¿Porque no se había acercado?

Eran demasiadas preguntas y mucho en que pensar, incluso los pensamientos me debilitaban y carcomían mi cerebro poco a poco.

-Estoy un poco resfriada, pero no es nada emm... Ya sabes, el tiempo de estas últimas semanas fue... terrible.

-No me inspiras confianza- puso los ojos en blanco y continuó –Mejor vámonos para casa.

-No gracias, yo sé cuidarme sola y si te digo que estoy bien, estoy bien.

Mentira, yo nunca estaba bien y nunca lo decía.

Mi hermana no podía abusarse de que era mayor que yo como para actuar de forma protectora cuando no lo había hecho hace años, no podía fingir preocupación cuando siempre me había ocultado de su maldita pandilla popular de idiotas. Ella tan solo no podía ayudarme, y yo tampoco necesitaba que un alma caritativa me ayude por compromiso.

Ni siquiera quise volver a hablar: no tenía energías, ni ganas, ni palabras. Dejé que se marche al igual que siempre hacía con todos y volví lentamente... Muy lentamente hasta la casa, la misma casa de siempre con los mismos problemas de siempre. Y aunque salir de allí era lo que generaba la mayor parte de mi dolor físico, la cólera que me provocaba quedarme la superaba infinitamente.

April's Diary // COMPLETODonde viven las historias. Descúbrelo ahora