Microrelato #1: "Adiciones Familiares"

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El nacimiento del bebé fue un evento que duro casi catorce horas.

Jonathan nunca imaginó que la labor de parto fuera tan largo y doloroso. Creyó haber visto todo en sus veintisiete años de vida, pero observar como introducían una gran aguja por la columna vertebral de su mujer... fue la primera vez que se sintió enfermo. Esa cosa era enorme.

—Jonathan. — la voz de su esposa lo sacó de sus cavilaciones.

—¿Qué sucede? — preguntó este saliendo de su ensoñación.

Observó la expresión de cansancio de su esposa. Aun así, una pequeña sonrisa permanecía en el delicado rostro de la rubia.

—Quita esa expresión de tu rostro, fui yo quien tuvo que pujar. — se burló soltando un soplido.

—Me rompiste el meñique. — levantó en alto su mano derecha para enfatizar el punto. — No sabía que pudieras tener tanta fuerza.

—No me disculparé por eso. — se encogió de hombros con convicción. — Deberías encender la televisión, quiero reconectarme con el mundo.

Jonathan rodó los ojos. La habitación donde trasladaron a Nina después del parto era sumamente cómoda, prueba de ello era el sofá individual donde estaba sentado, la televisión por cable y la cama más o menos cómoda donde descansaba su esposa.

No tuvo tiempo de encender la televisión, una enfermera entró con tranquilidad a la habitación, un pequeño bulto envuelto en mantas blancas en sus brazos. Por supuesto que lo ignoró olímpicamente para ir directo a la nueva mamá.

—Un bonito bebe, totalmente saludable. — comentó tendiéndoselo a Nina, la cual lo acunó perfectamente en sus brazos, su sonrisa haciéndose más grande. — Desde ya se nota que se parecerá a su papá. — fue el último comentario de la enfermera antes de salir de la habitación.

Eso ultimo no le gustó para nada. Acrecentó el temor por su hijo.

—Oh, mira quien tenemos aquí. — la voz de Nina era extrañamente dulce y suave mientras desenvolvía al bebé. Solo traía puesto el pañal y un gorro con rayas azules, rodó los ojos. Los mundanos y sus decoraciones.

Contuvo la respiración cuando Nina retiró el gorrito, una pelusilla de cabello rubio claro cubría su pequeña cabeza.

—No, no, no. — negó la rubia frunciendo el ceño. Todo en el cuerpo de Jonathan se tensó, se temía esa reacción: negación. — Por supuesto que no te parecerás a papá, serás mucho más guapo. — dijo en un arrullo, besando la frente del bebé. — Ven a conocer a tu hijo Sr. Morgenstern, este pequeñín es adorable.

Lidiar con demonios era más fácil que esa simple petición. Se acercó con cuidado, sentándose al costado de su esposa donde esta había dejado un hueco libre.

El pequeño rostro pacifico de su hijo fue suficiente para dejarlo de rodillas, mentalmente claro está. Recostado en el pecho de su madre, durmiendo tranquilamente; le basto para saber que nada malo existía en él. Solo un bebé, su bebé.

—¿Acabas de tener una epifanía? — inquirió Nina con voz suave.

—Algo así. — asintió Jonathan sin dejar de observar al pequeño.

—Sostenlo. — dijo la rubia haciendo amago de incorporarse.

—Nunca he sostenido un bebé. — se negó en automático, alarmado por la petición.

—No es una granada, Jonathan. — su esposa rodó los ojos. — Es nuestro adorable hijo, el cual quiero conocer a su papá.

Con un suspiro y varios intentos después, al fin logró sostener al pequeño. Su esposa lo ayudo a acomodarlo para que quedara sobre su hombro. El rubio sintió la respiración acompasada del bebé, incluso acaricio su pequeña espalda unas pocas veces, su palma casi cubriéndola por completo.

Cazadores de Sombras: Herederos del CieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora