Prólogo

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Los acordes de un violín se escuchaban en el Central Park, el joven ni siquiera notaba a la pequeña multitud que se aglomeraba a su alrededor, sus ojos permanecían cerrados sin ver como sus dedos acariciaban con delicadeza el violín que sostenía, y a la vez la fuerza que ponía en la melodía que interpretaba. Vivaldi era de sus favoritos y Summer siempre le recuerda a su madre.

Se sobresaltó cuando escucho como le aplaudían, incluso había unos cuantos billetes en el estuche de su instrumento. Siempre que toca el violín en un lugar público suele ocurrir eso, si supieran que estaba muy lejos de ser un músico callejero. Aun así, hizo una ligera reverencia para los presentes.

Su aspecto también influye un poco en que le dejen dinero, su cabello estaba cubierto por un gorro de lana de su último viaje a Canadá, su playera gris, pantalones de mezclilla y botas sucias probablemente le daban ese look despreocupado casi de vagabundo, definitivamente nadie pensaría que estudiaba en Julliard y antes de eso, tocaba en una magnifica orquesta en Alemania.

A sus escasos diecinueve años tenía un montón de experiencias acumuladas en el ámbito musical y fuera de este. Sus padres, especialmente su madre, le dijeron que no parara hasta conseguir lo que verdaderamente quería; tras unas cuantas discusiones con su padre llego a Nueva York, y valió la pena.

Se cargó el estuche con su violín dentro en el hombro derecho para salir del Central Park. Cuando era más pequeño, su madre solía llevarlo a una cafetería en la que servían muffins deliciosos, con el paso de los años el Java Jones sobrevivió a distintos dueños, pero los sabores seguían siendo los mismos que recordaba siempre que venía.

Compro un cappuccino y un muffin marmoleado, le guiño un ojo a la cajera para que se quedara con el cambio. Se sentó en un confortable sofá que daba vista a la calles de la ciudad, al parecer hoy era día de micrófono abierto puesto que había una pequeña banda en el escenario tocando un cover de alguna canción. Eran buenos, disfruto del tiempo que estuvieron arriba, incluso se unió a los aplausos al final de la presentación.

Una pareja a mediados de los cuarenta se sentó delante de él, y dos chicos más jóvenes venían con ellos.

—No puedo creer que todavía exista este lugar. — mencionó la mujer pelirroja mirando el lugar, sus ojos verdes escudriñaron cada rincón como si hubiera ocultos muchos secretos en el concurrido local.

—Yo no puedo creer que nosotros estemos aquí para oír a nuestro primo tocar el piano. — dijo la chica bajita, rubia y muy enojada.

—Se lo prometimos a Max. — dijo el hombre rubio, aunque tampoco se veía muy emocionado.

— ¿Algún día le dirán que debería buscarse otro pasatiempo? — pregunto el segundo rubio.

Definitivamente eran hijos de la pareja, tenían los ojos de la mujer.

—Shh... ya va a comenzar. — los callo otra mujer que acababa de llegar.

También estaba en sus cuarenta, y probablemente lo que más le llamo la atención, además de su belleza eran los impresionantes tacones de más de diez centímetros que calzaba.

El chico del piano apareció, y no tendría más de catorce años. Se notaba nervioso y confundido con la partitura frente al piano, y cuando termino realmente alguien tenía que decirle que el piano no era lo suyo, se le escapo una risa sin querer y toda la familia se dio la vuelta cuando eso pasó. Esto fue incómodo.

— ¿Algo te parece gracioso? — le pregunto la mujer de calzado asesino.

—Sí, algo así. — le respondió tranquilamente, acomodo la montura de sus anteojos sobre su nariz, aunque no la necesitara. Claro que el comentario no le gusto a la mujer, ni a nadie de la familia. — Mis padres me enseñaron a no mentir.

Cazadores de Sombras: Herederos del CieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora