1: La preciosa y odiosa rubia

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Bajaba rápidamente las escaleras, un muchacho de cabello castaño y ojos marrón. Era el primer día de clases en su nuevo colegio y ya se le había hecho tarde. Corrió de un lado para otro, reclamando el porqué no le había despertado su mamá.

Se puso frente al espejo y la corbata se le enredaba en los dedos por el apuro. Pensaba en lo extraño que era eso pues su antiguo uniforme no comprendía esa prenda. También pensaba en que ahora tendría que soportar a nuevas personas y no a sus antiguos amigos.

Tomó el saco y se lo puso, éste tenía el escudo de su nuevo colegio en el bolsillo izquierdo, uno de los más caros y prestigiosos, y sabía que no encajaría ahí. Se miró, alzó una ceja y sonrió levemente al darse cuenta de que, al menos, se vería elegante.

Se metió lo que pudo en la boca y se fue corriendo. Por un momento se puso a observar los detalles de las calles. Era una nueva casa, nuevos vecinos, nuevo lugar, muchos árboles y el viento soplaba fresco.

En eso chocó con alguien y ambos cayeron. Sacudio la cabeza y la vio. Una chica, quedó sorprendido al ver lo linda que era. Quiso ayudarla a ponerse de pie y vio el escudo del mismo colegio en su saco, lo miró algo asustada y él quedó observando su cabello castaño claro, prácticamente rubio, y sus penetrantes ojos verdes. A su parecer, era como una muñeca.

—Perdón, lo siento, no me fije...

—¡TORPE! —gritó ella—. ¡¿POR QUÉ NO TE FIJAS POR DONDE VAS?!

Él se sorprendió al ver esa reacción, tan altanera.

—¡Oye! Ya te dije que lo siento...

—Deja de hacerte el tonto, Gabriel, ¡¿crees que con cambiarte el color de cabello no te iba a reconocer?!

—¡Ya me disculpé! Pero parece que eres tan lenta que aún no lo entiendes, ¡y no me llamo Gabriel!

Ella se detuvo a mirarlo, no era Gabriel, era alguien más. Cruzó los brazos.

—Pues claro... Gabriel era mucho más apuesto.

—Mira, se me hace tarde, adiós. —Se alejó algo asqueado por la situación. Tremenda muchacha mal educada, rogaba no volver a hablarle.

Al llegar al colegio, se perdió por lo grande que era éste y empezó a correr de nuevo, logrando chocar con alguien otra vez, esta vez un chico de cabello oscuro y ojos azules. Quizá en ese lugar abundaban los ojos claros. Vaya cosa rara.

—Lo siento, hoy no ha sido mi día —se lamentó.

—No hay problema, te entiendo, ¿a qué salón vas?

—Al cinco "A"

—Yo también voy allá, soy Ditmar... —Se puso algo incómodo—. Pregúntale a mi madre por qué rayos me puso ese nombre, mucho gusto. —Sonrió.

—Yo soy Eliot.

Se dirigieron al salón, el profesor empezó a hablar, presentando al nuevo alumno que era él. Eliot paseó su vista por todos los presentes, tal fue su sorpresa al darse cuenta de que la chica con la que había chocado estaba ahí mirándolo con ojos asesinos. Sus mejillas tenían un leve color rojo a causa de la furia con la que lo miraba, era de temer, o al menos eso quería dar a entender.

Luego de que acabara la presentación se sentó al lado de Ditmar.

Terminó la clase y el otro profesor tardaba en llegar.

—Ahí está esa chica —murmuró Eliot.

—¿Te refieres a Jadi? —preguntó Ditmar.

—¿Así se llama? Es una pesada.

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