6: Vencer al pedante

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—¡Te viii! ¡Te viii! ¡Ayer te viii! —reía Ditmar—. De la manito con ella.

—Cielos, qué infantil… —renegaba Eliot—. Deja de molestar, ya te dije que ella se tropezó y la sostuve.

—Sí… ¿Y quién olvidaría soltar de la mano a alguien?

—Bueno, allá tú si no me crees.

Aunque en verdad no sabía qué le había pasado. Por otro lado del aula, María estaba intentando hacer hablar a su amiga.

—¿Y ya son novios? —preguntaba.

—¡Nooo! —exclamó Jadi—. ¡Deja de hablar, me vas a meter en problemas con Gabriel! Entre Eliot y yo no hay nada ¿de acuerdo?

María se emocionó.

—Ja, eres una pequeña zorra, ¡¿te estás acostando con los dos?!

—¡JAMAS! ¡BASTA! —negó la chica, completamente horrorizada.

—Pero si tú dices que con Eliot no pasa nada, entonces ¿no te importa si te lo quito?

—¡¿QUÉ?!

El profesor intervino al escucharla gritar.

—¡AL DIRECTOR!

Muy enfadada se puso de pie y se fue, pero no al director, sino a pasear por el colegio como siempre lo hacía cuando la sacaban del aula. Eliot lo sabía.

—Profesor, ¿puedo salir? —preguntó.

Ya luego de un rato, Paola empezó a impacientarse. ¿Por qué no regresaba? De seguro se había ido con la loca esa por ahí. Tendría que ir a buscarlo. Jugueteó con el lápiz unos segundos y levantó la mano.

—Profesor, ¿puedo ir al baño?

—Vaya… ¿Alguien más?, ¿no? ¡Bien! Ahora podemos continuar.

***

Eliot y Jadi habían sido transportados a la otra dimensión, pero no se encontraban. El chico corría buscándola después de haber obtenido una pieza, si no volvían a su mundo era porque ella aún no la había conseguido.

Vio una llamarada que se levantó por los cielos.

—¡Wuau! Tiene que ser ella.

El suelo vibró, giró despacio a ver lo que sucedía detrás. Unos bichos, parecidos a escarabajos enormes, empezaron a salir de la tierra. Quedó mirándolos horrorizado. Movían sus mandíbulas, limpiandose del polvo, lo vieron, y empezaron a perseguirlo.

Salió corriendo disparado, y para su alivio, la dimensión se esfumó. Jadi lo había logrado entonces, ¿dónde estaba?

Escuchó el grito de una chica. Volteó y vio que los bichos habían sido transportados con él y estos corrieron hacia Paola. Enseguida logró hacer que la tierra bajo ellos colapsara y los enterrara. Pudo ver cómo los bichos huyeron bajo tierra.

La pelinegra se acercó alterada.

—¡¿Que fue eso?! —chilló.

—Eh… Unos bichos súper desarrollados y un misterioso pero afortunado colapso de la tierra —trató de afirmar.

—Oh… —Juntó las cejas con confusión,  tratando de hallarle lógica, pero decidió no pensar más—.  ¡Como sea! ¡Seguro al verte se asustaron! ¡Me salvaste!

—¿Qué? No… —Ella se colgó de su cuello y le estampó un beso en los labios.

Él se paralizo un segundo por la sorpresa y se apartó, pero alguien más los vio. Gabriel.

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