—¿Cómo llegaste aquí? —preguntó Jadi.
—Hace tiempo me dijiste que querías hablarme —respondió Gabriel.
Eliot vio un espíritu como serpiente blanco, de esos que andaban con Gabriel. Lo siguió sin pensarlo. Cuando llegó a un parque y vio a Jadi con Gabriel, se escondió detrás de un árbol.
—Perdóname —murmuró ella—, por esa vez en que discutimos hace cuatro años. Es decir, cuando te mandé al infierno, estaba llena de cólera y decepción.
—Muy tarde, el daño ya está hecho.
—Pues lo retiro, retiro lo dicho. Gabriel, yo te salvaría del infierno mil veces si fuera necesario.
Gabriel se sorprendió. Eliot no podía creer que estaba escuchando eso.
—Quiero que nos demos una oportunidad más, no ahora, quizá algún día. Quizá cuando sientas que me has perdonado, o quizá, finalmente encontremos tranquilidad y nos separemos.
—Jadi, no. Así te perdone, que lo dudo, no te dejaré ir. Tú me perteneces, no tienes por qué andar con otros ni hacer planes tú sola.
—Si yo te pertenezco… ¡Entonces tú también me perteneces! —soltó luego de juntar valor.
—¿Ah?
—¡Así es! También me perteneces. —Se acercó—. Y no quiero que veas a otras chicas tampoco, ¡¿oíste?! —Lo abrazó. El rubio seguía sorprendido—. Te quiero —dijo casi en susurro—, sólo a ti… ¿Por qué no lo entiendes, tonto?
Gabriel le correspondió el abrazo finalmente. A veces se sentía solo y también la necesitaba, aunque no quería admitirlo, la extrañaba, y ninguna otra “conquista” le podía dar el sentimiento cálido que ella le había dado. Pero no quería dejarse llevar, ya no quería volver con ella, ya no era lo mismo, las cosas ya habían sido dañadas y arruinadas. No podía encontrar la forma de que volvieran a lo de antes.
—Me tengo que ir.
La apartó y se fue. Jadi escucho un ruido, volteó y Eliot salió de detrás del árbol. Se sorprendió un poco al saber que había estado escuchando.
—Perdón por escuchar… —murmuró arrepentido—. No fue mi intención. —Echó a correr sin esperar más.
***
Llegó a su casa y subió a su habitación. Se dejó caer en la cama mirando al techo. Ya no quería escuchar ni ver más del asunto. Pensó en Jadi, y en qué pasaría si ella le decía que estaría con Gabriel.
No. No quería eso. Cerró los ojos con fuerza. No quería escucharla decir ni una sola palabra de esas. Se durmió al poco tiempo, sumido en sus pensamientos, con algo de tristeza. Su mamá se preocupó por él.
***
Eliot no había vuelto al colegio.
—¡¿Qué le hiciste eh?! —Paola le llamaba la atención a Jadi—. ¡Sé que tú le has hecho algo! —Jadi sólo miraba a su cuaderno—. ¡Uch! ¡Eres una bestia! ¡¿Me estás escuchando?!
La rubia se sentía triste, también lo extrañaba y estaba sola. Se había acostumbrado a que estuviera a su lado. No sabía si quizá estaba enfermo, quería ir a su casa pero no se atrevía. En el recreo, los reproches continuaron.
—Jadi, si él no vuelve es tu culpa —recriminó Ditmar.
—¡Oye, calla! —la defendió María—. ¡No es su culpa! ¡Debe de estar enfermo!
—¡Claro que no! Jamás he conocido a una persona más mal educada que Jadi. Apuesto a que le dijo algo muy feo, ¡es más! Apuesto a que ya está con ese pesado Gabriel, ¿cómo puede preferirlo a él?
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Dos Mundos
FantasyEliot asistiría a otra escuela, para su mala fortuna. Una en donde sabía que todos eran adinerados, excepto él, un simple muchacho normal. ¿Qué tendría que afrontar ahí, aparte de los alumnos altaneros? Quizá la bonita e insoportable rubia que llamó...