35: Peligros y descontrol

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Eliot había llegado a casa de Jadi para terminar unos planos, cuando escucharon un auto detenerse afuera. Jadi fue a abrir pensando que eran sus padres pero al hacerlo se sorprendió.

—¡AMIGAAA! —chilló María mientras entraba de golpe.

—¡Nos han dejado de lado! —reclamó Ditmar también entrando.

—Ustedes nos han dejado de lado —contradijo Eliot.

—Bueno… ¿Y qué hacen?

—Trabajo.

—¡iuuj! Buen provecho.

—¡¿Saben qué?! Nos hemos dado cuenta de una cosa —dijo María.

—No nos hemos visto hace mucho —empezó a contar Ditmar—, lo cual supone que… si han tenido que ir a la otra dimensión… ¡No nos han avisado!

—Qué gran descubrimiento —respondió Jadi de forma sarcástica.

—No pues, ¡así no se vale!

—¡Yo también quiero pelear contra monstruitos! —reclamó el pelinegro haciendo que el resto riera un poco.

—Ojalá fuera así de sencillo como suena —se lamentó Eliot.

—A mí también me gusta chamuscar bichos.

—Bueno ya que están aquí, acompáñennos.

—¿Qué, ya?

—Sí, aparecieron más ayer pero no dije nada. —Se encogió de hombros.

Fueron a la otra dimensión y  se encontraron en la aldea, al parecer había sido atacada. Había techos rotos y algunos incendios.

—Oh no —se preocupó Eliot—, quizá no debí esperar hasta hoy… Rayos.

—¡Ayúdenos, ahí vienen! —gritó uno de los seres blancos.

—¡¿Qué?!

Vieron al cielo y unas aves se venían a toda velocidad.

—¡Ya verán! —exclamó Jadi—. ¡Métanse con alguien de su tamaño!

Eliot arqueó una ceja, ya que ella era más pequeña. Jadi atacó a las aves y estas se prendieron en fuego, pero parecía no afectarles. Al estar más cerca se dieron cuenta de que eran de barro, estas continuaban avanzando y se empezaron a estrellar contra las casas y el suelo con mucha fuerza, destruyendo. Todos salían huyendo.

—¡JADI!

Un ave se venía directo a ella. Eliot le lanzó un trozo de tierra destruyéndola, cayó en pedazos. Tomó de los hombros a su impulsiva chica.

—Quédate a mi lado.

—S-sí.

—¡Ahí vienen más!

—¡Las alejaré! —avisó María.

Empezó a mover el viento, este se armó en un tornado, lo movió contra las aves y las lanzó lejos. Las que estaban cerca cayeron al suelo y se hicieron pedazos.

Oyeron una risa y voltearon a ver. En el cielo había un ave en particular, más grande que las demás.

—¿Creen poder contra mi ejército indestructible de aves?

Del suelo, las aves que habían sido destruidas empezaron a reformarse, y desde lejos se veía que venían más.

—¿Qué decías sobre luchar contra monstruitos? —preguntó Eliot mientras se preparaba para lo peor.

—¡Lo retiro! —exclamó Ditmar.

—¡Vamos!

—¡ATRAPENLOS! —ordenó el ave líder.

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