Eliot se acercó a Jadi, que estaba sentada, muy pensativa y un poco roja. ¿Acaso el chico había coqueteado con ella? No sabría decir, nunca le había pasado. ¿Hubiera caído si la seducía?
—Están preguntando por nosotros, será mejor que nos vayamos ya —dijo él.
Jadi reaccionó.
—S… sí... sí. —Se puso de pie para salir de su casa.
—Pero espera, hay que salir por el otro lado…
Fue tras ella y al salir se encontraron cara a cara con el guardián.
—¿Pero qué hace usted aquí, señorita? Y con un muchacho, ¿a qué hora entraron?
—Es una larga historia… —respondió enseguida—. ¡Usted no vio nada! ¡Corre Eliot! —Corrió.
—¡¿Ah?! ¡Espera! —La siguió.
El guardián se quedó perplejo.
—Bueno, no me pagan por cuidar a la niña —murmuró.
***
Eliot y Jadi ya estaban cerca del colegio. Iban caminando a la entrada. Eliot reía.
—Bien ocurrente eres tú, ¿segura que no va a decir nada? —le preguntó.
—No, no creo. Sino no sé qué excusa pondré. Es decir, ¿qué otra cosa podrían hacer dos chicos en una casa SOLOS, que no sea algo malo?
—Umm… lo que estábamos haciendo.
Jadi rió apenas.
—Sí, bueno… Pero jamás me lo creerían, mi papá me mataría. ¡Huy! ¿En qué lio me habré metido?
—No te preocupes, no creo que diga nada. Sino ya veremos que decimos, no estás sola en esto, ¿bien?
Ella sonrió aliviada.
—Bien.
Eliot le dio un par de suaves palmaditas en la cabeza.
En clases apenas se podían mantener despiertos, y no sólo ellos, los demás también.
—Profe —se quejaba un alumno—, tenga pena. No haga clase, mire que nos hemos amanecido.
—Calla oye —le reclamó otro—, ¡tú fuiste el primero en caer!
—Profe, ya pues, no haga clase.
—En otros colegios las amanecidas son en fin de semana, abusivos.
—¡Ya se acostumbrarán! —les regañó el maestro—. Otros colegios nos pueden ganar este año y eso nunca lo hemos permitido. De todos modos de entre ustedes se escogerán unos cuantos y los haremos ingresar a la universidad, ¿usted quiere ingresar?
—Claro.
—Entonces cállese.
El alumno se recostó en la carpeta.
—Esto es “bullying” —murmuró.
—Ya saben que viajarán a Miami para su promoción, espero tengan todos los conocimientos en la cabeza para ese entonces —les recordó el profesor.
En el recreo, Jadi se había recostado en el hombro de Eliot, ambos estaban dormidos.
—¡Oigan! —les llamó María—. Ustedes no han estado en la amanecida, ¡levántense! ¡OIGAN! —Les aventó un poco de hierba que había arrancado.
—Qué raro —meditaba Ditmar—. ¿Será?… ¡Huy no! ¡Ya estoy pensando mal sin querer queriendo! ¡La mañosería es contagiosa!
María lo miró ofendida.
ESTÁS LEYENDO
Dos Mundos
FantasíaEliot asistiría a otra escuela, para su mala fortuna. Una en donde sabía que todos eran adinerados, excepto él, un simple muchacho normal. ¿Qué tendría que afrontar ahí, aparte de los alumnos altaneros? Quizá la bonita e insoportable rubia que llamó...