34: Recuerdos

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Siguieron pasando los días. Navidad, la pasaron con sus familias.

***

Eliot iba por la calle, de noche. Las cosas habían cambiado desde que se confesó, justo ahora que faltaba poco para completar el arma. Sabía que su rubia se iría con Gabriel a pesar de todo. Tal vez porque la rechazó.

Vio un bar y se sorprendió un poco al ver el auto de Gabriel estacionado ahí. Entró, había bastante gente y tipos discutiendo. Sin darse cuenta lo empujaron hacia un lado y chocó contra una mesa. El que estaba en esta le habló.

—¿Qué haces aquí? —Era Gabriel—. No eres de esas personas que andan por estos lugares.

Eliot se dio cuenta de que estaba algo mareado, y se sorprendió aún más cuando un hombre le dejó una pequeña bolsita con un extraño polvo blanco.

—Ah, ¿te quieres morir? —preguntó, molesto.

—Eso no te incumbe.

—Más te vale que no toques eso, ¿crees que esa es la solución? ¡¿Eres idiota?!

—¡¿Tú qué sabes?! —exclamó el rubio, poniéndose de pie—. ¡Tú qué sabes lo que he tenido que pasar! —continuó, con lágrimas en los ojos—. ¡Mi mamá me dejó hace mucho! ¡Estuve desaparecido más de un mes y cuando volví a casa mi padre ni siquiera preguntó en dónde estuve! ¡Yo ya debería estar muerto!

Eliot le dio un puñetazo y dos hombres de seguridad llegaron.

—¡Hey! ¡Armen líos afuera!

Los botaron del bar. Gabriel quedó de rodillas mirando el suelo.

—Tú… tú sí tienes la vida perfecta —murmuró.

El castaño estaba muy enojado con él y a la vez sentía lástima. Se acercó y quiso tocarle el hombro pero fue rechazado.

—Perdón… no tenía idea.

—Ya no tiene importancia —respondió Gabriel, volviendo a recuperar la compostura.

—Aun así eres un cobarde. —El otro se sorprendió un poco con eso—. ¿Acaso no vez que hay otras personas que tienen peores problemas que tú? Tu papá no se dio cuenta, ¡¿y qué?! ¡Al menos aún está ahí para que le pongas mala cara! Qué pasa con las personas que saben que no lo volverán a ver, ¿ah? —Gabriel bajó la vista—. ¿Acaso tienes cáncer y estás luchando por tu vida en un hospital? Eres joven, tienes todo, ¡ya deja de llorar como un bebé o tendré que golpearte de nuevo! Tienes amigos también, Rodríguez y Ramírez, aunque estúpidos, pero son tus amigos… —bajó más su tono—. Y tienes a Jadi…

El rubio se puso de pie y empezó a irse hacia su auto.

—Olvida todo lo que pasó, ¿de acuerdo?

—¿Me estás escuchando? A ella le importas…

—Lo sé —admitió—. Pero tú también, ese es el problema, y ya veo porque… eres mejor persona que yo para ella, pero sabes que no me haré a un lado.

Eliot frunció más el ceño.

—Bueno… yo tampoco.

Ambos se miraron de forma desafiante, Gabriel subió a su auto y se fue, Eliot también se fue.

***

Llegó el treinta y uno de diciembre, era de noche ya, los padres de Eliot iban a salir para celebrar año nuevo con él. Un año más que había pasado de prisa.

Tocaron la puerta así que fue a abrir, y se sorprendió al ver a Jadi. Ella le dio un golpe en el hombro.

—¡No te has comunicado conmigo todos estos días, más que ese miserable mensaje en navidad! —le reclamó.

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