26: Cambios

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Al día siguiente, Jadi quería pedirle perdón a Eliot por actuar como tonta nuevamente, pero no se atrevía a ir a verlo.

—¡Todo es por esa! —renegaba mientras hacía añicos un papel.

El castaño estaba en la universidad, y ella atrapada en el centro pre universitario. No podía ni escaparse porque ya no estaba en el colegio, ahora debía actuar como mujer adulta y responsable. Detestaba eso.

***

Eliot necesitaba conseguir unos planos para un trabajo.

—Ahí está el arquitecto, ¡anda! ¡Anda pídele! —le animó Miguel, que ya se había hecho su amigo.

—¿Qué? ¿Y por qué yo? —Volteó y se dio cuenta de que Miguel había desaparecido. Suspiró—. Claro…

Se armó de valor y fue a hablarle al arquitecto.

—Disculpe…

—Sí, dígame.

—Bueno, tengo un trabajo y me preguntaba si podría facilitarme unos planos.

—Ah… claro, sígame.

El arquitecto empezó a andar y Eliot lo siguió, luego de un rato el hombre volteó y lo miró raro.

—¿Y usted qué quería?

—¿Ah? Los planos… usted me dijo que…

—AH sí, sí. Primero acompáñame a comer algo que no he tomado desayuno.

Lo acompañó a la cafetería. Eliot estaba en la mesa algo nervioso, llegó el arquitecto con dos hamburguesas.

—Y dime pues, futuro colega, ¿en qué ciclo andas?

—Primero aún.

—Aaah, qué bueno, yo te voy a enseñar taller de diseño cuatro —le contó.

—¿Ah sí? Bueno… qué gusto —Sonrió. Parecía un buen catedrático, a pesar de que Miguel la había dicho que era de los malos, y con eso se refería a que era cruel.

—¿Y tu “flaca”?

—Eh… no…

—¿Hay o no hay? Digo, entiendes que me refiero a que si tienes novia o no —explicó.

—No… no —respondió el chico, nervioso.

—Aaah… qué mal, no te hace caso…

Eliot rió apenas, un tanto irónico. Si supiera el señor, que tanía toda la triste razón. Terminaron de comer y salieron de la cafetería.

—Bien, un gusto compartir desayuno —murmuró el arquitecto mientras ya planeaba retirarse.

—Pero, pero, pero, ¿y los planos?

—¿Qué planos?

—Los… los que me iba a dar, del trabajo —Estaba sorprendido. ¡No podía ser! ¿En qué planeta andaba?

—Aaah, mañana te los doy. Venme a ver al aula cien a las cuatro, trae a tu flaca para conocerla, voy apurado, hasta luego.

—No puede ser —murmuró—, para esto perdí tanto tiempo. —Miguel apareció riendo a carcajadas—. ¡OYE!

—Por eso mismo no quise pedirle nada —dijo entre risas—, ese viejito ya está para la otra casi. —Rió más—. Apuesto a que mañana vas y no se va a acordar.

—¡Bah! ¿Y entonces qué hago?

—Nah, tú tranquilo, anda mañana y hazle caso, lleva a tu flaca, son su debilidad. —Volvió a reír.

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