15: Graduación

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La última semana de exámenes terminó, luego fue la semana del viaje de promoción. Los puestos iban a ser dichos en la ceremonia de graduación y la fiesta de promoción sería cuatro días después, para lo cual el hotel Marriot ya había sido separado con varios meses de anticipación.

Todos estuvieron en los quehaceres de la prueba de la toga, de los discursos, las reseñas de los alumnos y tantas cosas que traían la melancolía al ambiente.

Llegó el esperado día de la graduación en el coliseo del colegio, todos se estaban poniendo la toga.

—Mira, aquí en el gorro han firmado… yo también voy a firmar —decía Ditmar.

—¿Tú sabes quienes son los que han firmado? —preguntó María con malicia.

—No…

—¿Y cómo esperas que alguien sepa quién eras tú? —dijo burlándose.

—¡Cómo matas la ilusión! ¡Bah! De todos modos firmaré…

María se emocionó.

—Sí, yo también.

Ditmar la miró sorprendido y molesto al mismo tiempo. Jadi se les acercó.

—¿Qué tal estoy? —quiso saber.

Eliot volteó a verla.

—¡Te ves bien! —le dijo con una sonrisa.

Ella se ruborizó.

—Qué mentiroso —le reprochó.

—Es en serio… Yo no me veo bien, esto es ridículo —renegó.

—Anda —le animó su amigo—, no nos vemos tan ridículos.

—Él tiene razón —dijo María acercándose también.

Ditmar la abrazó.

—Tú también te ves hermosa —le dijo.

—Lo sé —respondió ella, orgullosa de sí misma.

—Oh.

María hizo puchero.

—Qué pena que no fueron al viaje —les dijo a Eliot y a Jadi—. ¡Muy tonto este director! Hubieran podido hacer cositas —agregó arqueándo las cejas.

—Normal por mí —dijo Eliot luego de reír un poco—. Bueno, ya conoceré Miami algún día, ahora estoy tranquilo y… Ya me dio hambre.

—Sí, también, ¡quiero comer! —exclamó Jadi.

—¿A ti te hubieran dejado ir a un viaje? —le preguntó.

—Sí —respondió ella—, si mi mamá te adora. Si ibas tú, de hecho que me dejaban. —Rió.

Eliot se sintió alegre por saber eso.

—Ah, ¿sí? Vaya.

Pasaron al salón de eventos, que estaba muy bien arreglado. Mesas con manteles elegantes con decoraciones de los colores del colegio.

Empezaron los discursos, algunos aburridos, otros que provocaban llorar. Luego empezaron a llamarlos para darles el diploma y después de la ceremonia fueron a quitarse las togas para pasar a comer. De paso ver los puestos que estaban publicados.

—¡Al fin terminó el palabreo! —exclamó Jadi.

—¿Y en qué puesto terminaron? —preguntó Ditmar.

—En el mismo.

—Sí, yo también.

—Yo bajé uno —dijo María luego de ver la lista.

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