Lance (flashback)

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7 años.

Scott estaba sangrando por la nariz.
Mucho.
Su madre estaba intentado pararle la hemorragia nasal sin mucho éxito, la sangre ya había manchado su camiseta blanca.
—Lance, cariño, tengo que llevar a tu hermano al baño, ¿puedes cuidar a Susi mientras voy?
El niño asintió.
—No dejes que se acerqué al mar, ¿de acuerdo?, tu hermanita todavía no sabe nadar.
—Pero yo sí.
—Sí, eres el mejor nadador de la historia —su madre le acarició la mejilla y se llevó a Scott.
Lance miró a su hermana.
Susana trataba de construir un castillo de arena y cada vez que la arena no formaba lo que ella quería, la golpeaba con su pequeño puño, enfurecida.
—¡Tonta, tonta!
—Susi, la arena no es tonta, no has mojado la arena primero, vamos déjame ayudarte. 
Lance se levantó y tomó la cubeta morada de Susi y fue a recolectar toda el agua que era capaz. En la orilla había pequeñas conchas de colores y decidió detenerse un momento para juntarlas, Susi se pondría muy feliz al verlas.
Un grito recorrió la playa y se giró asustado, sabía quién había sido la dueña.
Su madre estaba encima del montón de arena de Susi y miraba con ojos desorbitados a todas partes.
—¡Susana! —gritó ella.

Estaba sentado en la acera.
A su alrededor se había reunido una multitud tratando de calmar a su madre. Sus hermanos lloraban, su madre gritaba y su padre trataba de mostrar una actitud calmada aunque por dentro estuviera gritando.
Nadie lo miraba. Pasaban a su lado sin dirigir una sola mirada al niño de ojos azules sentado con la mirada perdida.
¿Quién iba a hacerlo? Era su culpa, él debía haber estado cuidando a Susana y había fallado. Nadie sabía dónde estaba ella. Algunas personas aseguraban haber visto a una mujer llevársela, pero nadie sabía describirla, algunos creían que se había metido al mar.
Daba igual. El resultado era el mismo. Su hermana estaba desaparecida.
Y todo era por su culpa.
Una mujer apareció frente a él.
Era guapa. Cabello negro y rizado y ojos dorados, piel de bronce.  La mujer le sonrió.
—Ven conmigo.
Lance le tomó la mano. Quizá era justo, si su hermana había desaparecido, él también debía.
La mujer lo llevó al otro lado de la calle y lo metió a la casa, justo enfrente a la suya. Extraño. Él conocía a los dueños de aquella casa y nunca la había visto a ella. La mujer lo llevó hasta la cocina, cajas de mudanza se apilaban por todas partes.
—¿Te gustaría un poco de chocolate caliente?
Lance no dijo nada.
Nadaba en la oscuridad.
La mujer lo cubrió con una manta. Olía a canela.
Un niño apareció de pronto en la cocina. Tenía más o menos su edad, se parecía a ella, el mismo cabello.
El niño le sonrió.
Lance intentó devolverle la sonrisa pero le fue imposible.
El niño se acercó a él, lo hizo bajar de la silla y lo abrazó con fuerza.
Lance se sorprendió, pero no se apartó. Y de pronto fue como si algo se liberará de él y comenzó a llorar sobre el niño.
Lloraba por su hermana por primera vez desde que había desaparecido. Era su culpa. Su culpa.
El niño lo apartó con cuidado y lo miró.
Sus ojos eran dorados, aún más brillantes que los de la mujer.
Lance se aferró a esos ojos. A esa luz en medio de la oscuridad, se aferró a ellos como un clavo ardiendo. La oscuridad comenzó a disiparse, volvía.
Sin pensar abrazó al niño.
Un timbre.
Su madre en la puerta de la cocina con la madre del niño a su lado.
—¿Lance?
—Es mi culpa —dijo él— mi culpa.
—No, no cariño —su madre se acercó, Lance seguía aferrado al niño— no pasa nada, hubo un espantoso malentendido. La señora Domingo vio a Susi y creyó que estaba sola, le dijo que si quería ir por un helado y tu hermana se fue con ella. Acaba de traerla a casa.
—Pero fue mi culpa —insistió él.
—No, Carolina no debió llevarse así a Susi, fue irresponsable y estúpido de su parte —su voz sonaba furiosa— pero ya está bien. Ya esta en casa.
—Fue mi culpa. ¡Fue mi culpa! ¡Fue mi culpa! —Lance comenzó a gritar, el niño intentó tranquilizarlo pero Lance estaba fuera de sí, lo apartó y se lanzó contra la pared —¡Mi culpa! ¡Mi culpa! —su cabeza golpeaba la pared una y otra vez, la sangre comenzó a manar. Su madre gritaba, y de pronto todo se volvió negro.

Don't Leave AgainDonde viven las historias. Descúbrelo ahora