Shiro

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Shiro comenzaba a enloquecer.

Desde hacia días (u horas no sabía bien) se habían llevado a Matt, y no tenía ni la más remota idea de dónde estaba. Aunque escuchaba los gritos, gritos espantosos, que desgarraban su corazón, gritos que eran causados por su amigo.
Matt era como un hermano para él y lo quería, habían estudiado juntos, se habían graduado juntos, habían ido a esa tonta misión juntos y durante el tiempo en que lo perdió de vista fueron días tortuosos, cada día se había lamentado el haberlo abandonado.
Y ahora comenzaba todo de nuevo.

La puerta se abrió. Por un segundo Shiro creyó que se trataría de Matt y espero, con esperanza, ver el cabello rubio cenizo del chico. En cambio la piel púrpura de Lotor hizo presencia.
—Debo admitir que estoy impresionado, Shiro, realmente impresionado —dijo Lotor, su sonrisa era tan afilada como una espada.
—Matt  —susurró.
—No creo que te vaya a gustar la respuesta.
—Quiero verlo.
—No está en su mejor momento.
—Quiero verlo.
Lotor suspiró.
—Si insistes.
Se acercó a la puerta y tocó casi jovialmente , un soldado galra asomó su feo rostro.
—Trae al chico. ¿Y cómo lo estás pasando?  —preguntó cuando el soldado se retiró.
Shiro no respondió. Se limitó a mirarlo con odio
—Como quieras, yo sólo trataba de hacerlo ameno.
—¿Ameno? ¿Esto te parece ameno?
Lotor se encogió de hombros.
—Podría ser peor.
Shiro estuvo a punto de decirle a Lotor que hiciera algo anatómicamente imposible, cuando la puerta se abrió. El soldado empujó a Matt a los pies de Shiro.
El chico estaba pálido, los ojos hundidos habían perdido el brillo y estaba cubierto de sangre. Shiro lo abrazó contra sí. Sintió como si su mundo se cayera a su alrededor y él no podía hacer nada al respecto. Su mundo se desgarraba a pedazos y él estaba en medio con el alma rota, con el corazón vacío.
Lágrimas silenciosas bajaron por sus mejillas.
No podía soportarlo.
Miró a Matt.
Si tan sólo pudiera permanecer así para siempre.
Abrazado a él.
Hasta que él abriera los ojos de nuevo.
Cerró los ojos.

Matt no tenía pulso.

Lo dejaron solo.
Shiro no sabía cuanto tiempo había pasado ya. Se habían llevado a su amigo, inconscientemente se arañaba las muñecas, hilillos de sangre corrían por sus dedos pero él no lo notaba.
Su mente al borde de la locura decidió que era mejor el foro físico al mental.
Pero lo único que podía ver era el cadáver de Matt entre sus brazos. Sus lágrimas, furiosas y llenas de un dolor que jamás se iría, habían caído en el cabello del chico limpiando, escasamente, la sangre de su rostro.
Estaba muerto.
Matt estaba muerto.
Y él no pudo salvarlo.
Se había prometido que lo haría.
Desde el momento en que fueron separados juró que lo encontraría y lo salvaría.
Pero había fallado.
Como siempre.
Se abrazó las piernas.
Mataría a Lotor.
Era una promesa.

—Hola —dijo el chico rubio, acomodando sus gafas que constantemente se le resbalaban.
Estaba de pie en el marco de la puerta quizás decidiendo si era bueno entrar
—Hola —contestó el más alto dejando de lado una caja sobre la cama—. Supongo que eres Matthew.
—Puedes llamarme Matt —dijo aliviado, al menos ese chico no parecía ser el típico bully al que estaba acostumbrado.
Un placer, soy Takashi, pero puedes llamarme Shiro —dijo estrechando la mano del chico.
Shiro. Bien. Me gusta.

—¿Intentas matarnos o algo así?
—¿Qué? No, nos mataran Matt.
Shiro corría silenciosamente con Matt pegado a los talones. Avanzaban en una oscuridad casi total y Shiro esperaba no chocar contra alguna puerta de vidrio, eso habría sido vergonzoso.
—No, mil veces peor, nos expulsaran si nos ven.
—Matt no seas pesado, no nos descubrirán a menos que sigas quejandote.
—¿Al menos me dirás a dónde vamos?
—No, es una sorpresa.
Shiro esperaba que Matt no chocará contra algo, la noche anterior sus lentes se habían roto y él era más ciego que un topo muerto. Durante todo el día lo tuvo pegado a él como una laca pues necesitaba ayuda para desplazarse, llevado del brazo o como ahora, tomado de la mano. Shiro había perdido la cuenta de las veces que Matt se había golpeado la cara contra alguna puerta. A ese paso Shiro tenía que conseguirle un casco ultra reforzado.
Caminaron en silencio hasta que Shiro encontró la puerta que daba al tejado de la Academia. Matt lo miró con ojos entrecerrados y se pegó tanto al cartel de la puerta que parecía a punto de besarlo.
—Sabes Matt, si quieres privacidad... Te la doy con gusto, no quiero verte enrollar con la puerta.
Matt le lanzó una mirada que pretendía ser fulminante pero que en realidad sólo resultó lamentable.
—Estás loco, no podemos estar aquí —dijo separándose de la puerta.
—Ya lo estamos —replicó Shiro y salió al exterior, el frío viento le acarició las mejillas y las tornaron escarlatas.
—Te vas a resfriar y yo estaré muy complacido al verte expulsar moco como una manguera, como la chica del exorcista—dijo Matt cortando el silencio.
—En primera es vómito no moco y en segunda, dormimos en la misma  habitación. Te caería encima lo que sea que expulse. Ademas tendrás que cuidarme si me enfermo.
—¿Quién dice? —dijo cruzándose de brazos.
Yo. Matt sólo cállate y mira frente a ti. Lo siento eso fue cruel, no ves nada.
—Oh cierra la boca, Shirogane —dijo Matt sin poder evitar sonreír.
La vista era sobrecogedora. Las montañas se alzaban a los lejos tan altas que eran capaces de tocar el cielo, la luna se mostraba enorme y blanca sobre el firmamento manchado de estrellas.
Algún día tú y yo estaremos allá afuera —dijo Shiro, su vista clavada en el universo que se extendía ante sus ojos.
Sintió a Matt estremecerse a su lado, Shiro no sabía si era porque la idea de salir al espacio era aterradora o por el frío.
—Ya lo verás —añadió mirando a su ciego amigo.
—¿Juntos?
—Juntos.

Saldremos de aquí, lo...
—No, no lo digas. No prometas nada —Matt tenía el cabello rubio pegado a la frente a causa del sudor.
Al igual que él lo habían modificado aunque no tan drasticamente, Shiro había perdido un brazo después de una lucha contra algún guerrero y se lo habían remplazado con uno ¿robótico?, no lo sabía, en cambio a Matt le habían mejorado la vista, al menos podía estar agradecido de eso. Pero para Shiro aún le era extraño verlo sin gafas.
—¿No me crees? —preguntó Shiro dolido.
—No, no es eso, sólo no quiero que te presiones buscando la manera de escapar.
—Siento lo de tu padre —añadió al cabo de un rato.
—Yo también —dijo Matt apoyando la cabeza contra la pared de la celda—. Yo también.

¡Vete! —gritó Matt— ¡ahora!
—No sin ti —Shiro intentaba llegar hasta Matt pues una horda de soldados aporreaban la puerta.
Shiro estaba casi dentro de la cápsula de escape, habían logrado escapar pero sólo para estar ahí, acorralados. Matt mantenía la puerta cerrada apoyando su cuerpo contra ella. 
—Shiro —dijo Matt, sus ojos brillantes— vete, por favor, ve a la Tierra, advierte de lo que pasa, no dejes que encuentren a Voltron.
—Matt... —las palabras se le atoraron en la garganta.
—Hazlo. Por mí, encuentra a Katie, dile que la quiero, pero no le digas lo de nuestro padre— su voz se cortó—. Por favor. Vete antes dejes que sea tarde.
—Volveré por ti —dijo Shiro, las lágrimas cayendo por sus mejillas. Le dolía demasiado  dejar a su mejor amigo.
—Lo sé —respondió Matt logrando sonreír.
—Te quiero. Nunca te lo he dicho, pero te quiero.
—Yo también te quiero Shiro, eres el mejor amigo que he tenido.
Shiro le sonrió y subió a la nave. Lo último que vio fue a los soldados galra atrapar a Matt.

Regresó a la realidad. A la realidad en donde Matt se había ido. Donde su amigo estaba muerto. La furia le calentó la sangre. Era injusto, debió haber sido él el que muriera y no Matt, el Matt con gafas que escondía chocolate en su cama, el que cantaba viejas canciones infantiles en español, el que sonreía cada vez que Shiro entraba a la habitación, el que lo regañaba por ser tan temerario, el que le aventaba almohadas cada vez que se molestaba con él, el siempre constante Matt, incrustado en su vida dándole un poco de color.
Su mejor amigo estaba muerto.
Pero él no.
Y vengaría su muerte.
Cerró los ojos y se concentró en llamar a Lance.

Don't Leave AgainDonde viven las historias. Descúbrelo ahora