Nakir tenía seis años la primera vez que se enamoró.
Su padre era quizás el mejor médico de toda Altea todos lo creían, claro hasta que se casó con una druida.
Jirte era hermosa, de largo cabello azul celeste y ojos negros, Ademir se había enamorado de ella tan solo verla y, a pesar, de las constantes quejas de sus padres había terminado casándose con ella.
Tuvieron dos hijos: Nakir y Drena. Gemelos, siendo Nakir el mayor por dos minutos.
Por esa razón habían crecido en la parte pobre de Altea.
A Nakir no le afectaba. No mucho. A pesar de los insultos de los demás niños.Aquella vez habían sido invitados, al palacio del rey Alfor, bueno no ellos exactamente, todas las familias pobres había sido invitadas por caridad, a Jirte no le gustaba pero fue sólo por sus hijos.
Nakir se había maravillado ante tanta comida, el chiquillo era más bajo y delgado que la mayoría debido a la pobre alimentación que tenía, por eso la visión de aquel banquete le mareó. Incluso consideró la idea de robar comida pero seguramente a su madre no le gustaría.
Se acercó al área de postres y alargó la mano para tomar un pastelillo de color rosa.
—Los verdes son mejores —dijo una voz a su espalda. Nakir se giró y casi tira su plato al suelo.
Lotor se rió sin malicia.
—Lo siento. No pretendía asustarte —dijo.
Nakir sintió que le faltaba el aire. Conocía al príncipe Lotor de ocasionales eventos donde la familia real se presentaba al pueblo, pero nunca imaginó tenerlo frente a él.
Nakir se sintió estúpido con su cabello sucio y la ropa mil veces remendada. Bajó la mirada esperando que no corrieran las lágrimas de vergüenza.
—Ven conmigo —dijo el príncipe tomándolo de la mano.
Nakir lo siguió por largos pasillos hasta escabullirse en la cocina del castillo.
—N-no podemos estar aquí —susurró nervioso pero Lotor le hizo un gesto que indicaba que tenía todo bajo control.
Aún tomados de la mano, Lotor lo llevó hasta una de las mesas donde una bandeja de pastelillos naranjas se enfriaban. Lotor tomó dos y se escondió bajo la mesa. Nakir hizo lo mismo, tomó el pastel que el príncipe le ofreció y le dio un mordisco.
Nunca había, ni probará jamás, algo tan delicioso. Fue una explosión de sabor en su boca, un manjar de dioses, lo más delicioso que se podía crear jamás.
Suspiró.
—Por tu rostro sospecho que te gustó tanto como a mí —Lotor se sacudió las migajas de su ropa— sólo mi madre sabe hacerlos. Vamos, si nos descubren nos reñiran.
Nakir se enamoró a los seis años de un príncipe.
Y una parte de él seguía amándolo aún después de todo.—¿Cómo te encuentras? —preguntó al entrar al cuarto.
—Mi mano aún me duele —contestó el bello muchacho frente a él.
—Déjame ver —le tomó la mano. Era cálida y áspera, la dobló.
—¡Ahhh! ¡Duele!
—Me di cuenta, te daré algo para el dolor.
Keith lo miró con sus ojos oscuros como si deseará asesinarlo.
Vaya que era hermoso, la piel lisa como porcelana, ojos del color del firmamento, cabello negro como el onix. Nakir no podía creer que no hubiera nadie enamorado de él.
—Realmente detestas este lugar.
—¿Por qué crees eso?
—Puedo verlo.
Nakir sacudió la cabeza.
—Bueno, tienes razón, éste lugar no me gusta, a los alteanos nos gustan los espacios abiertos y estar bajo tierra no mejora nuestro humor.
—Debió ser terrible nunca ver Altea.
—Para tu información la vi.
Keith abrió la boca sorprendido.
—Pues ¿cuantos años tienes?
—Seis menos que la princesa Allura.
—Pero... luces como de mi edad. Estas mintiendo.
—No lo hago, los alteanos somos gente muy longeva y el hecho de tener sangre de druida ayuda mucho para mantenerse joven y bello.
Keith rodó los ojos.
—Lo que digas.
—Cuéntame algo sobre ti.
—¿Por qué lo haría?
—Yo te conté sobre mi padre.
Keith sólo lo miró con el ceño fruncido.
—De acuerdo, mmmm, a los seis años me enamore de Lotor.
Keith dio un respingo.
—¡¿Qué?! Pero...
—Lo sé, es estúpido pero lo hice, el era seis años mayor que yo y fue amable, estaba acostumbrado a que la gente me tratara como basura y el fue el único que me hizo sentirme valorado. Claro, él no tenía idea. Mi hermana Drena también se enamoró de él y yo estaba furioso con ella por eso —se rió—pero nunca le dije la razón. Bien sigues.
—Mi padre me abandonó a los siete años —Nakir le tomó la mano y Keith no la apartó— después de tres días decidí ir a buscarlo a la ciudad, anduve de un lado a otro hasta que una mujer llamó a una trabajadora social. Estuve en varios orfanatos de los que terminaba escapándome —Keith apretó la mano de Nakir— hasta que alguien sugirió que fuera a una casa de acogida. Era una pareja ya grande, tenían un único hijo que estudiaba en la Academia según me dijeron. Yo no lo conocí sino hasta una semana después. Llegó completamente feliz de haber aprobado sus clases con las mejores notas. De inmediato nos hicimos amigos. Me ayudó a prepararme para también a entrar.
—¿Lo hiciste?
—Sí, fui el mejor piloto. Fue ahí donde supe que me gustaban los chicos.
Nakir contuvo el aliento.
—Había un chico moreno en mi clase, no era muy buen piloto pero era por mucho mejor tirador y nadador que yo. Y lo detestaba por eso.
Un día hubo una competición entre los mejores nadadores (yo no estaba entre ellos, claro) pero él sí y secretamente lo apoyaba. Era la primera vez que lo veía nadar, normalmente nos preocupábamos más por ganar que por admirar al otro, el punto es que me pareció a una sirena, supongo que me gustó desde ese momento.
Ganó, por supuesto que lo haría, y él salió de la alberca, todos corrieron a felicitarlo pero al parecer la única persona que le importaba era un tipo grandote llamado Hunk. El chico lo alzó sin importarle que el otro estuviera mojado. Por un segundo creí que eran pareja o algo así, pero sólo eran muy buenos amigos.
Me acerqué para felicitarlo y no sé, quizás pedirle consejos, pero sus piernas me distrajeron.
Nakir se rió.
—No te burles —dijo Keith también riendo— es en serio, tiene las mejores piernas que he visto jamás. Largas, esbeltas. Perfectas... Y después lo arruine todo. Quede tan confundido después de verlo que salí corriendo y me encerre en un salón. Él llegó después y me tocó el hombro intentando hablar conmigo y yo le grité, lo amenaze. Si no lo hubiera hecho quizás hubiéramos estado juntos mucho antes.
Después Shiro desapareció, estaba tan furioso que le grité al director de incompetente y termine expulsado. No volví a mi casa de acogida, no quería verlos sufrir por la desapareción de su único hijo por lo que me refugié en el desierto. El resto es mas complicado.
Nakir no pudo evitarlo.
Keith se veía tan indefenso, tan bello y vulnerable.
Se inclinó sobre él y le rozó los labios.
—¿Es por ese chico que estas aquí? ¿Viniste a buscarlo?
Keith no contestó. No hacía falta.
—¿Lo amas? —preguntó, sus bocas rozandose.
—Más que a mi vida.
—¿Puedo besarte?
—Sólo si eso evita que sigas hablando.
Nakir lo atrajó hacia él. Se sentó contra la pared con Keith sobre él, lo besó delicadamente, el chico le enterro las manos en el cabello.—Esto no debió haber pasado —dijo Keith cortando el silencio.
—Pero pasó. Y me gustó.
—Yo amo a Lance.
—Puedes amarme a mí.
Nakir lo besó de nuevo.
—No eres él.
—No pienso serlo.
—No puedes competir contra él.
—Pero lo haré.
—¿Por qué?
—Porque me gustas, y yo puedo hacerte feliz. Él no. Él sólo te ha hecho sufrir.
—El amor duele.
—Sólo si tú lo permites.
—¿Tienes una respuesta para todo?
—Para ti siempre la tendré.Nakir volvió a besarlo.
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Don't Leave Again
FanfictieDespués de la desaparición de Shiro, Keith debe hacerse cargo de liderar a Voltron. Pero antes de enfrentarse a Zarkon y al príncipe Lotor, debe aprender a trabajar en equipo sin querer matar a sus compañeros, en especial al idiota de Lance.