12 - Límites

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Luego de que la sirvienta, de nombre Mey, le practicara parte del tratamiento, Inoue comenzó a sentir como cada dolor muscular era aliviado lentamente. Aunque recién era el comienzo de aquella tortura no le quedaba otra que quedarse un par de días más en la mansión de la familia Akashi ya que apenas podía sentarse sola.

El reloj en la pared marcaron las ocho de la noche y la hora de la cena había llegado. Mey regresó a la habitación acompañada de otros sirvientes. Akane no podía creer la cantidad de platos y diferentes comidas, inclusive postres, le estaban dejando en una mesa a su lado.

— Esperen ¡No puedo comer todo eso!

Advirtió pero una voz que no esperaba en ese momento fue la que respondió por el resto.

— Tienes que alimentarte o más vas a demorar en recuperarte.

Su tono tan seco y rígido le daban jaqueca a la peli-gris.

— Voy a mejorar mucho antes de lo que crees ¿Y es mucho pedir que no entres en esta habitación? Solo con Mey me siento bien. Tu me das náuseas.

Seijuro arqueó una ceja ante aquellas filosas palabras y sin mover sus labios, toda su servidumbre se retiró algo tensa ¡como si los hubiera invocado de forma psíquica!

— No piensas cambiar esa roñosa actitud ¿cierto?

Ahí estaban de nuevo, aquellos ojos comiéndose entre sí, como si estuvieran a punto de iniciar una tercer guerra mundial. Donde ella estaba a la total defensiva, mientras él lentamente comenzaba a cargar municiones.

— Voy a revocar a la sirviente Mey de su labor mientras yo esté aquí.

Si Akane sentía náuseas ante su presencia, imagínense en ese preciso momento. Quería lanzarse sobre él y golpearlo con todas sus fuerzas aunque le duela hasta el alma.

— Oh, no tendrás que preocuparte mucho por eso. — sonrió con malicia — Cuando regreses de clases mañana mismo yo ya no estaré aquí.

Jugar con él y sus órdenes, eso era lo que ella podía hacer mejor.

— Me encargaré yo mismo de que eso no pueda pasar. Esta mansión es enorme, pero no cuenta con tantas salidas. Además, las paredes lo ven todo.

¿Las paredes lo ven todo? ¿A qué demonios quiere jugar? ¿Acaso simplemente no puede callarse ante mis contradicciones y dejarme ir?

— ¿Qué es lo que quieres de mi, Akashi Seijuro? ¿Acaso quieres secuestrarme? ¿Es idea de tu padre? — Akane definitivamente estaba comenzado a perder la cordura, cansada de sus juegos — ¿Secuestrarme y pedirle una gran suma de rescate a mi padre con tal de que su empresa quiebre y ustedes quedarse totalmente con todo? ¡LO SABÍA!

El silencio del pelirrojo ante aquel berrinche, sólo alimentaba la idea de la muchacha. Ella ya no pensaba con coherencia. Realmente comenzó a creer que todo era un plan malévolo contra su familia. Ella era consciente de la rivalidad empresarial y política que existía entre ambos clanes, por eso rechazó a Akashi desde un principio, mientras su otro yo siquiera le importaba o tenía idea, ya que odiaba totalmente ese mundo en el que su familia se había involucrado. Ese mundo que los alejó de ella.

— El no tiene idea de que tu estas aquí. Así que saca esa estúpida idea de tu cabeza. Te dije que yo no estaba interesado en las acciones de mi padre, aún.

Akane se sorprendió y por un segundo intentó creerle. Pero fácilmente no pudo.

— Hagamos de cuenta que te creo. No me importa. — se dio media vuelta y se recostó en la cama tapándose hasta el último pelo de su cabeza con las sabanas — Mañana mismo me iré de aquí. No quiero verte cerca y llévate toda esta comida, ya me sacaste el apetito.

Cerró sus ojos en un intento de finalizar la conversación, pero al sentir el colchón hundirse a ambos lados de su cuerpo y sentir peso sobre ella, inmediatamente se puso alerta. Su rostro fue destapado, encontrándose así con Akashi sentado sobre su abdomen. Sus brazos eran presionados contra su cuerpo por las piernas de él por lo que no podía moverlos.

— ¿¡Qué estás haciendo!? ¡Quítate!

Akane entró en desesperación al verlo así. Su corazón latía con frenesí, sentía que en cualquier momento iba a explotar de los nervios que comenzaron a invadirla. ¿Por qué su tacto la hacía sentir así? Entrar en pánico, como si fuese su kryptonita. Literalmente no podía tenerlo cerca.

Él inclinó su cuerpo hacia adelante permitiendo que los centímetros entre sus rostros disminuyeran lentamente. Acelerando el desorden en los sentidos de la muchacha, pero consiguiendo inmovilizarla de todas formas.

— No sólo te encargas de hacer añicos sus esfuerzos, sino que también arrebatas los recuerdos que ella quiere atesorar. No solo te encargas de destruir su cuerpo, sino que también actúas como una niña de dos años dificultando su recuperación. No mereces existir dentro de alguien como ella. Eres despreciable.

Cada palabra penetró en la mente de Inoue congelandola por completo. Su cuerpo daba pequeñas vibraciones llenas de miedo e impotencia. Akashi solo se dedicaba a mirarla fijo, permitiendo que sus heterocromías se aniquilen mutuamente, finalizando esa batalla con un roce de labios que generó en la muchacha un escalofrío sin habla.

Y tras un leve suspiro, Seijuro se marchó dejando a la muchacha en un estado de shock que reaccionó ni bien la puerta se cerró. Llevó su mano derecha a cubrir su rostro y al sentir como una lágrima descendió directo por su sien, con su mano libre a puño cerrado golpeó el colchón con fuerzas.

Se acababa de sobrepasar un límite.

Amo odiarte | Akashi SeijuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora