38 - Memorias

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¿Cuántas veces, a lo largo de nuestra corta vida, hemos sentido que tocamos el cielo? ¿Cuántas hemos tocado fondo? Muchas veces ese tan extenso trayecto tiende a ponernos pruebas, pruebas donde descubrimos nuestros límites, los más extremos, lo más débil y lo más fuerte. Algo dentro nuestro nos dice que debemos detenernos, pero rayos ¿por qué hacerlo?

Nos gusta la soledad, pero odiamos estar solos. Queremos ser amados, pero sentimos no merecerlo.

Somos tan frágiles y masoquistas, que elegimos las flor más hermosa sin importar que sea la que más espinas tiene en todo el jardín.

Buscamos el punto exacto donde sentirnos arruinados con nosotros mismos.

¿Por qué?

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El agua de la regadera caía sobre su cabeza, empapando desde su cabello gris hasta la base de sus pies. Tan sumergida en sus pensamientos, era un detalle que detestaba cada vez que se daba un baño. Porque su mente comenzaba a sacarla de contexto, de tiempo y espacio, para reproducir recuerdos, imaginar futuros inciertos, y típicos "¿Que hubiera pasado si...?".

Lo odiaba.

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— ¡Eso fue demasiado! ¿Qué pasa contigo? —

« ¿Esa siquiera fui yo? »

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— Yo sólo quería asegurarme de que estuvieras bien. —

« No vuelvas a aparecer en mi vida. »

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— Cuida de ella, por favor. —

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Abrió sus ojos de golpe. El agua ya comenzaba a perder temperatura. Cerró la canilla, rodeó su cuerpo con una toalla y salió a aquella habitación que alguna vez había sido suya.

Se acercó al borde de la cama y su ropa arruinada por harina y huevos ya no estaba allí, sino que otra muda de ropa la esperaba.

Tomó una de las prendas con sus manos encontrándose así con una fina camisa color beige de seda. Ésta desprendió un aroma que la sacudió un poco de sí, su aroma. presionó la tela entre sus dedos y la acurrucó en su pecho sintiendo su dulce y suave textura, su tacto.

— Eres muy injusto...

Susurró para sí misma con una sonrisa torcida. Realmente no comprendía como iba a continuar aquello, sus sentimientos, esos altibajos que sentía respecto al muchacho. Pero lo que más se cuestionaba era que rumbo era el que tomaban los suyos luego de lo que había ocurrido.

Miró el reloj de la pared sin poder creer la hora que éste le enseñaba. La aguja corta entre el número tres y cuatro se reía en su cara. Era obvio que después de aquel desastre, el tiempo se pasaría volando entre comer y limpiar, y terminaría pasando la noche allí, seguramente al igual que el resto.

El sueño comenzó a pesarle en los párpados y su cuerpo pedía a gritos morir en esa cama, pero ¿era correcto?

Deberías dejar de castigarte tanto, ya te lo dije.

Inoue dio un respingo al oírla tan de repente, pero se mantuvo muda oyendo lo que aquella tenía para decir.

Quiero que te des vuelta y mires las fotos que hay sobre aquella repisa.

Amo odiarte | Akashi SeijuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora