18. Oliver: Rescate

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¡Vaya! Hablando de coincidencias...

Por suerte para nosotros, Colin reacciona antes que el desconocido y con un golpe certero en el cuello, deja fuera de combate al pobre chico. Aunque si es un dios mucho de pobre no tiene. Su cuerpo cae hacia adelante y Colin, sin ninguna delicadeza lo tira por encima de la verja hacia el abajo. Alana y yo nos echamos hacia atrás mientras él cae sobre el duro suelo con un ruido sordo. Me pregunto quién será...

—No lo sé y no me voy a poner a investigar ahora qué tipo de dios es. Si estaba él puede haber más, así que hay que darse prisa —Colin nos hace un gesto para que subamos adonde está.

Subimos para unirnos a él y nos asomamos a un negro agujero nada prometedor.

Colin levanta la mano y se da con el dedo índice en la cabeza. Inmediatamente su pelo castaño empieza a volverse más pelirrojo y termina estallando en llamas que iluminan las escaleras mucho mejor que la ambigua luz de las farolas. Estoy seguro de que no necesitaba hacer toda la pantomima y de que su pelo puede arder sin ayuda, pero le encanta lucirse.

—Que haríais sin mi —se jacta y empieza a bajar los escalones.

—Traer linternas —es la obvia respuesta.

Bajamos las escaleras en silencio, el único sonido proveniente de nuestros pies y nuestras respiraciones. Y por supuesto, del pelo de Colin que crepita como si de una hoguera se tratara. Al terminarse la escalera empieza un túnel de piedra húmedo y frío, iluminado por viejas antorchas que no parecen consumirse colocadas en las paredes.

Continuamos con lentitud por si acaso se materializa algún dios malvado de repente, hasta que el camino se ensancha y nos encontramos ante una gran puerta franqueada por dos estatuas. Representan a dos pegasos con las alas pegadas al cuerpo cuyos ojos azul zafiro parecen amenazadores. Mientras Colin inspecciona la puerta, yo acaricio el hocico de una de las estatuas como esperando que en cualquier momento el animal vuelva a la vida. Por suerte para mí, no lo hace.

Alana está palpando la pared como si pudiera encontrar una tecla secreta que abra la puerta. Colin empieza a pedirle que se abra en diferentes idiomas antiguos. Y yo que pensaba cuando le oía declinar en latín o en arameo que eso no le serviría nunca para nada. Aunque claro, viendo que la puerta sigue en su sitio...

Parece que nos encontramos en un callejón sin salida. Solo podemos esperar hasta que alguien nos abra de nuevo la puerta...

Cuando estamos a punto de darnos por vencidos y darnos la vuelta (al menos yo lo estoy porque en serio, me muero de hambre), la enorme puerta de piedra que nos cierra el paso empieza a moverse a un lado con lentitud haciendo sonar unos viejos engranajes. Sin pensarlo siquiera y tras la aparición del chico de antes, los tres nos colocamos en posición defensiva mientras esperamos a que la puerta se abra del todo.

Al otro lado se encuentra otro chico que nos mira sorprendido. Por suerte nosotros ya nos imaginábamos que él estaría ahí.

—¿Quiénes sois? —grita el chico dando un paso hacia nosotros.

A nosotros no nos hace falta hacer esa pregunta, la caracola que lleva colgada de la cintura y el símbolo que hay en ella nos informa de que tenemos delante a Tritón, un dios maldecido por su mujer por convertir en mortal a una de sus hijas. Una historia que se ha ido transformando hasta quedarse en un cuento para niños. O al menos eso explicaron en la clase de La verdad oculta en la historia.

Observamos hipnotizados como mueve la mano hacia adelante y desde su palma empieza a crecer un poco de agua que en poco tiempo se convierte en un gran y reluciente tridente. Tras eso salta hacia Colin, cuyo pelo dorado se apaga al moverse hacia un lado.

Herederos de los diosesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora